miércoles, 12 de diciembre de 2012

Carta de Ramón del Valle-Inclán




Puebla del Caramiñal
12-Diciembre-1922

Sr. Don Cipriano Rivas

(…)Hay que luchar con el cine: Esa lucha es el teatro moderno. Tanto transformación en la mecánica de candilejas como en la técnica literaria. Yo soy siempre un joven revolucionario, y poniéndome a decir la verdad, quisiera que toda reforma en el teatro comenzara por el fusilamiento de los Quintero. Seriamente, creo que la vergüenza del teatro es una consecuencia del desastre total de un pueblo, históricamente. El teatro no es un arte individual, todavía guarda algo de la efusión religiosa, la que levantó las catedrales. Es una consecuencia de la liturgia y arquitectura de la Edad Media. Sin un gran pueblo, imbuido de comunes ideales o dolores, no puede haber teatro. Podrá haber líricos, críticos, novelistas y pintores. Pero no dramaturgos ni arquitectos. Son artes colectivas. Primero los faraones y las pirámides después. Primero el honor caballeresco,después Don Pedro Calderón de la Barca.



El sentimiento de los espectadores crea la comedia y aborta al autor dramático. ¿Quiénes son espectadores de las comedias?. Padres honrados y tenderos, niñas idiotas, viejas con postizos, algún pollo majadero y un forastero. Los mismos que juegan a la lotería en las tertulias de la clase media. Por eso los autores de comedias, desde Moratín hasta Benavente parecen nacidos bajo una mesa-camilla. Son fetos abortados en una tertulia casera. En sus comedias están todas las lágrimas de la baja y burguesa sensibilidad madrileña. Son los hijos de una sensibilidad y de un ingenio, que se estremece como ante un enigma alejandrino, cuando el bizarro capitán que agita la bolsa de la lotería, canta guiñando un ojo: "Los dos patitos". En fin, cuente conmigo, si algo puedo hacer en pro de ese intento. Dejo este punto literario, para pedir un favor, que Amas no dejará de hacerle. En Vigo hay ocho prácticos del puerto. Son muy buenas plazas. Pronto, de un modo fatal, habrá una vacante. Estas plazas se dan por oposición, y suele atenderse la indicación de los otros prácticos. Don José Plá Santos, capitán muy perito en estos mares, tiene todo el apoyo de los prácticos; pero le falta estar recomendado al segundo comandante de Marina, Don Alejandro Molins y Carreras. (No sé si es Alejandro). Este señor es pariente de Amas, y una carta recomendando a Don José Plá, para estar en turno cuando ocurra la vacante de práctico de la ría, sería oportunísima. No se olvide de hablar con Amas sobre esto e interesárselo mucho.

Muchas gracias a los dos. Le abraza su viejo amigo

Valle-inclán.

Cartas de Sigmund Freud a Martha Bernays (Fragmentos)




“Antes de conocerte ignoraba la alegría de vivir, y ahora que eres mía “en principio”, la única condición que pongo a la existencia es que me permita tenerte conmigo del todo”.
“Me hace muy feliz saber que alguien me ama y que ese alguien eres tú”.

“Créeme: es natural que yo ponga más objeciones que tú a nuestra prolongada espera. Sucede únicamente que yo la soporto con más esfuerzo, lo cual no es extraño, pues por regla general, las novias son más resignadas que los novios”.


 “Aunque durante todos estos años he sido pobre, he conseguido lograr aquellas cosas que significaban algo para mí y, por otra parte, me siento a salvo del más desolador de los destinos: la soledad”.
“Por lo demás, no pido ni espero demasiado de la existencia. Soy muy obstinado y temerario y necesito grandes estímulos, habiendo hecho muchas cosas que cualquier persona sensata consideraría osadas. Una de ellas fue la de emprender la senda médica siendo pobre. Otra, la de, siendo pobre, capturar el corazón de una pobre chica… Pero así ha de continuar siendo mi vida: mucho riesgo, mucha esperanza, mucho trabajo. Para la sensatez de la burguesía media me he perdido hace mucho tiempo”.

 “…leo mucho y pierdo una gran parte del día. Por ejemplo, tengo actualmente Don Quijote, con grandes ilustraciones de Doré, y me concentro más en este libro que en la anatomía del cerebro (…) Hoy hojeando las páginas centrales del libro, casi me parto de risa. Hacia mucho tiempo que no me reía tanto, y no cabe duda de que está maravillosamente escrito.”

 "He estado leyendo cosas acerca de la cocaína, ingrediente que contienen las hojas de coca y que mascan algunas tribus indias para hacerse resistentes y soportar privaciones y fatigas (…) he encargado cocaína, y por razones evidentes voy a intentar aplicarla en el tratamiento de las enfermedades cardiacas y más tarde en la fatiga nerviosa”.
“La pizca de cocaína que acabo de tomar me desata la lengua, mujercita, así que seguiré escribiendo y comentando las críticas que me dedicas (…) Aquí me tienes, mi dulce amada, haciéndote tontas confesiones y sin razón alguna, a no ser la cocaína”.

El Cantar de los Cantares.- El novio



Levántate, amor mío, y vente,
que el invierno ha cesado
y las lluvias se fueron
y la tierra se cubre de flores,
la estación de los cantos ha llegado ya,
escucha, amor mío, escucha
la tórtola que arrulla cubriendo nuestra tierra,
el perfume de las viñas que se ciernen,
las higueras con sus yemas despertando,
anímate, amor mío, y ven,
paloma que te ocultas en las grietas de las rocas,
déjame que advierta los perfiles de tu vuelo,
déjame que escuche la dulzura de tu voz,
el azúcar de tu voz y de tu talle.

Cazemos las raposas, las pequeñas raposas
que devastan los viñedos, nuestras viñas en flor....



Imagen: Auguste Rodin


Fragmento de "El guardian entre el centeno" - J.D. Salinger



«―Me da la sensación de que avanzas hacia un fin terrible. Pero, sinceramente, no sé qué clase de... ¿Me escuchas?
―Sí.

 Se le notaba que estaba tratando de concentrarse.

―Puede que a los treinta años te encuentres un día sentado en un bar odiando a todos los que entran y tengan aspecto de haber jugado al fútbol en la universidad. O puede que llegues a adquirir la cultura suficiente como para aborrecer a los que dicen “Ves a verla”. O puede que acabes de oficinista tirándole grapas a la secretaria más cercana. No lo sé. Pero entiendes adónde voy a parar, ¿verdad? [...]

―Está bien. Puede que no me exprese de forma memorable en este momento. Dentro de un par de días te escribiré una carta y lo entenderás todo, pero ahora escúchame de todos modos –me dijo. Volvió a concentrarse. Luego continuó–. Esta caída que te anuncio es de un tipo muy especial, terrible. Es de aquellas en que el que cae no se le permite llegar nunca al fondo. Sigue cayendo y cayendo indefinidamente. Es la clase de caída que acecha a los hombres que en algún momento de su vida han buscado en su entorno algo que éste no podía proporcionarles, o al menos así lo creyeron ellos. En todo caso dejaron de buscar. De hecho, abandonaron la búsqueda antes de iniciarla siquiera. ¿Me sigues?
―Sí, señor.
―¿Estás seguro?
―Sí.

Se levantó y se sirvió otra copa. Luego volvió a sentarse. Nos pasamos un buen rato en silencio.

―No quiero asustarte –continuó–, pero te imagino con toda facilidad muriendo noblemente de un modo o de otro por una causa totalmente inane.

Me miró de una forma muy rara y dijo:

―Si escribo una cosa, ¿la leerás con atención?
―Claro que sí –le dije. Y así lo hice. Aún tengo el papel que me dio. Se acercó a un escritorio que había al otro lado de la habitación y, sin sentarse, escribió algo en una hoja de papel. Volvió con ella en la mano y se instaló a mi lado.
―Por raro que te parezca, esto no lo ha escrito un poeta. Lo dijo un psicoanalista que se llamaba Wilhelm Stekel. Esto es lo que... ¿Me sigues?
―Sí, claro que sí.
―Esto es lo que dijo: “Lo que distingue al hombre insensato del sensato es que el primero ansía morir orgullosamente por una causa, mientras que el segundo aspirar a vivir humildemente por ella”.»


Al publicarse en 1951, "El guardián entre el centeno" (The Catcher in the Rye) provocó en EEUU numerosas controversias por su lenguaje provocador y por retratar sin tapujos la sexualidad y la ansiedad adolescentes. Es considerado por numerosos expertos como uno de los libros más importantes del siglo XX.