domingo, 31 de marzo de 2013

Esplendor en la hierba.- curiosidades



"Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello, que me deslumbraba. Aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no hay que afligirse. Porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo....."

Elia Kazan tenía desde el principio en mente el nombre de Warren Beatty para el papel de Bud Stamper, pero  en cambio hizo varias pruebas a numerosas actrices de nombre conocido en aquellos años, para dar la replica al actor. La que mas posibilidades reunía era Elizabeth Taylor . Liz reunía todos los requisitos ante la taquilla y sobre todo ante los espectadores, pero cuando Kazan realizó una prueba a Natalie Wood quedó paralizado. La química que surgía entre Warren y Natalie traspasaba la pantalla, eran los personajes mismos: él era el perfecto Bud y Natalie la frágil y apasionada Deanie Loomis. De hecho, ambos actores comenzaron una relación a raíz de la película.

Los versos de la oda del poeta británico William Wordsworth titulada "Intimations of mortality from recollections of early childhood", es lo que motivó a Kazan, a la hora de llevar a la gran pantalla esta obra, a encargar el guion al dramaturgo William Inge. Inge situó la trama en su lugar de juventud, el sureste de Kansas...Ambientada en la transición legendaria de los años 1928 al 1929 y su catastrófico crack bursátil que pobló de suicidios colectivos las calles del país... llegando incluso a generalizarse en aquella época con cierto toque de humor macabro, aquello de que..."...eran tantos los cadáveres en la calles que uno tenía que ir esquivándolos por doquier... Su propia experiencia vital fue recreada en otros  grandes éxitos de Broadway: “Vuelve,  pequeña Sheba”  “Picnic”, que ganó el Premio Pulitzer de Teatro, “Bus Stop” y “La oscuridad de más arriba de las estrellas”, todos los cuales  fueron llevados al cine.  William Inge se suicidó el 10 de junio de  1973, en Los Ángeles.
Con una espléndida banda sonora a cargo de David Amram y una no menos sorprendente fotografía colorista de Boris Kaufman, kazan ensambló los engranajes de su nueva obra, que entre otras cosas y además de dar continuidad a su famosa difusión de la escuela del método de Lee Strasberg, supuso la presentación en la gran pantalla del hermano menor de la actriz Shirley McLaine, Warren Beatty y el renacimiento de una ex-niña prodigio,  con ya 21 años,  Natalie Wood. El propio Inge  se reservó un pequeño papel como cura, el reverendo Whitman, con un discurso "sobre la futilidad de almacenar riquezas corroídas por el orín y las polillas en la tierra , y no en el cielo...".,  y según parece con el propósito de permanecer lo más cerca posible de Beatty.

Como curiosidad, fue la primera ocasión en la que podía observarse un beso "con lengua" en el cine.

Álbum con imágenes de la película https://www.facebook.com/media/set/?set=a.395060923839770.102696.281230495222814&type=3

Blue Valentine (Derek Cianfrance, 2010)




'Blue Valentine' es uno de los dramas indies más incómodos, rotundos y emocionantes que se han visto en lo que llevamos de década. Más allá de su estructura narrativa (la excitación y la euforia del pasado contrapuestas al distanciamiento y el desgaste del presente), del empuje cinematográfco que consigue la pareja protagonista (bien Ryan Gosling, pero inmensa Michelle Williams, de ahí su nominación para los Oscar) y de su resultona propuesta formal (esa estética indie de belleza descuidada). Y es que esta película merece especial consideración por la manera cómo disecciona el fracaso de un matrimonio.

Derek Cianfrance derrocha sensibilidad, sutileza y tacto en la autopsia de una fractura emocional y personal que, si duele e impacta al espectador es, sobre todo, por la normalidad y cotidianeidad de los actos y sentimientos de su pareja protagonista. Ni rastro de excesos dramáticos o artimañas lacrimógenas de guión para acentuar el desastre: suficiente con la épica del día a día expresada en su punto justo de crudeza y desasosiego y con una escena final ya para el recuerdo.




Se rodó entre mayo y junio de 2009, íntegramente en localizaciones de Estados Unidos.  El inicio del rodaje estaba planificado para dar comienzo en la primavera de 2008, pero fue retrasado por la muerte de Heath Ledger. Los productores decidieron retrasarlo por respeto a Michelle Williams, ex-novia del fallecido actor y madre de su hija, Matilda. También tomaron esa decisión porque no querían que otra actriz interpretara el personaje de Cindy. A España ha llegado con dos años de retraso y seguramente  ha podido verse en la pantalla grande debido al inesperado éxito de "Drive", con un inmenso Ryan  Gosling


 (Fuentes: Fotogramas y Wikipedia)

Fragmentos de "Matar un ruiseñor" - Harper Lee

Gregory Peck como Atticus Finch
 
HARPER LEE
MATAR UN RUISEÑOR (Fragmentos)

" Atticus Finch no hacía nada que pudiera despertar la admiración de nadie: no cazaba, no jugaba al póker, no pescaba, no bebía, no fumaba... Se sentaba y leía."

"(...) Cuando nos dio nuestros rifles de aire, Atticus no nos enseño a disparar. Fue el tío Jack quien nos instruyó en sus principios, dijo que Atticus no estaba interesado en armas. Atticus le dijo a Jem un día,
-Prefiero que disparen a las latas vacías en el patio trasero, pero se que ustedes van tras los pájaros. Dispara a todos los pájaros azules que quieras, si es que les puedes acertar, pero recuerda que es un pecado matar un ruiseñor-.
Ese fue el único momento que escuché a Atticus decir que era un pecado hacer algo, y le pregunté a la señorita Maudie al respecto. -Tu padre tiene razón-, me dijo ella. Los ruiseñores no hacen otra cosa que crear música para que la disfrutemos. No se comen los jardines de la gente, no hacen nidos en los graneros, no hacen otra cosa que cantar su corazón para nosotros. Es por eso que es un pecado matar a un ruiseñor."

" (...) -Una dama? Jem levantó su cabeza. Su cara estaba roja. -Después de todas las cosas que ella dijo sobre ti, una dama?
-Lo era. Ella tenía sus propios puntos de vista sobre las cosas, diferentes a los míos, tal vez... hijo, te digo que si no hubieras perdido la cabeza yo mismo te habría obligado a leerle. Quería que advirtieras algo sobre ella. Quería que vieras lo que es realmente el valor, en lugar de tener la idea de que el valor es un hombre con un arma en su mano. El verdadero valor es cuando sabes que tienes todas las de perder, pero emprendes la acción y la llevas a cabo a pesar de todo. Raramente ganas, pero algunas veces lo logras. La señora Dubose ganó las 90 libras de ella. De acuerdo a sus puntos de vista, ella murió sin deberle a nada ni a nadie. Era la persona más valiente que he conocido."

"(...) -La señorita Gates es una buena dama, verdad?
-Seguro que sí- dijo Jem. Me gustaba mucho cuando estaba en su clase.
-Ella odia mucho a Hitler...
-Qué tiene eso de malo?
-Bueno, ella nos contó hoy lo terrible que es tratando a los judíos, no es bueno perseguir a nadie, verdad? quiero decir, ni tener malos pensamientos sobre la gente, verdad?
-Claro que no, Scout. Que te sucede?
-Bueno, al salir de la corte esa noche la Señorita Gates -iba delante de nosotros al bajar la escaleras, no debes haberla visto-, caminaba hablando con la señorita Stephanie Crawford. La escuché decir -ya era hora que alguien les enseñara una lección, ya se estaban excediendo, lo próximo que pensarán es que podrán casarse con nosotros-. Jem, como puedes odiar tanto a Hitler y después dar la vuelta y ser tan cruel con la gente que tienes aquí en casa. "
 

Gregory Peck con la escritora Harper Lee repasando el guión de la película - 1962

La escritora estadounidense Nelle Harper Lee, nació en 1928 en el estado sureño de Alabama y se hizo mundialmente famosa a raíz de su única novela "Matar un ruiseñor" (To kill a mockingbird - 1960) por la que obtuvo el Premio Pulitzer en 1961. Al parecer es extremadamente reservada y al igual que J. D. Salinger, desde que escribió la novela no concede entrevistas y vive retirada. "Matar a un ruiseñor" fue prontamente adaptada para el cine por Robert Mulligan, en una maravillosa película que fue galardonada con tres premios Oscar en 1962. La protagonizó Gregory Peck, quien dio vida al recto Atticus Finch.

  "Matar un ruiseñor" es un alegato por la igualdad, la justicia y contra el racismo; y narra la vida en el pueblo de la escritora durante los años de la Gran Depresión y, en concreto, un episodio ocurrido en el cual Atticus Finch, un respetado hombre en su comunidad y modelo de rectitud, defiende a un hombre afroamericano (es decir de raza negra) acusado falsamente de la violación de una mujer blanca, en el marco de un Sur muy racista, donde los prejuicios por el color de la piel le supone la condena. La defensa de este hombre va a acarrear a Atticus muchas dificultades con sus vecinos racistas. Hay otras tramas paralelas, como las travesuras de sus dos hijos huérfanos de madre y otra sobre un retrasado mental que vive encerrado y del que no se sabe nada desde hace años.

  Plantea diferentes conflictos que pueden surgir en la convivencia de las gentes de una ciudad sureña, Maycomb, que se manifiestan en el enfrentamiento entre ricos y pobres, blancos y negros... Como contrapunto a todos los conflictos se alza la integridad de un hombre, el abogado Atticus Finch, que defiende lo que cree justo, y cuya rectitud es puesta a prueba.

  Aparte de estos trascendentales temas, se dan otros de fondo que tienen como protagonistas a los niños, sus juegos infantiles, sus miedos sus conflictos y su visión de la vida, que a veces se enfrenta a la de los adultos.

La novela tiene rasgos autobiográficos; el personaje de Scout estaría inspirado en la propia Harper Lee y el de Atticus Finch en su padre. Finch, por cierto, es el apellido de soltera de la madre de Lee. El tercer niño, un visitante, está inspirado en las historias que Truman Capote le contaba a Lee sobre sí mismo en su infancia.
 
 
 
Atticus Finch contando verdades

El origen de "El conejo de Pascua"




 Ayer contábamos el origen de los huevos de Pascua y decíamos que según la leyenda, era un conejo el que los portaba. Hoy nos acercaremos a la historia del "Conejo de Pascua" y su procedencia, que siendo en un principio pagana, pasó a formar parte en el siglo VIII de los ritos católicos y a relacionarse también con la muerte y resurrección de Cristo.

El Conejo de Pascua, tiene su origen en las culturas germánicas y anglosajonas pre-cristianas y era un símbolo de fertilidad. Los pueblos germánicos rendían culto a una antigua divinidad llamada "Ostara", de cuyo nombre derivaron las palabras alemana "Ostern" y la inglesa "Easter" (Pascua), que simbolizaba la generación de la primavera. La representaban con forma de liebre o de conejo y le dedicaban el mes de abril, fecha en que la honraban como diosa de la luz y, como hemos dicho antes, de la primavera.

Este conejito, a veces simpáticamente vestido, lleva consigo una canasta llena de huevos de Pascua y otros dulces para repartirlos a los niños en sus hogares. Es por esta razón por lo que se asemeja a Papá Noel, ya que ambos traen regalos a los niños en la noche antes de su día de fiesta correspondiente. Este personaje, se mencionó por primera vez en la obra de Georg Franck von Frankenau "De ovis paschalibus" (Acerca de los huevos de Pascua), donde narra una tradición alsaciana sobre una liebre que reparte huevos en la festividad de la Pascua.

En cuanto a su adaptación cristiana, según cuenta una leyenda, cuando metieron a Jesús al sepulcro, había dentro de la cueva un conejo escondido que, muy asustado, veía cómo toda la gente entraba, lloraba y estaba triste porque Jesús había muerto. El conejo se quedó ahí viendo el cuerpo inerte cuando pusieron la piedra que cerraba la entrada, no salía de su asombro y se preguntaba quién sería ese señor a quien querían tanto todas las personas. Así pasó mucho rato viéndolo, todo el día y toda una noche, cuando de repente vio algo sorprendente: Jesús se levantó y dobló las sábanas con las que lo habían envuelto. Un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió de la cueva ¡más vivo que nunca! Entonces, el conejo comprendió que Jesús era el Hijo de Dios y decidió que tenía que avisar al mundo y a todas las personas que lloraban que ya no tenían que estar tristes porque Jesús había resucitado. Como los conejos no pueden hablar, se le ocurrió que si les llevaba un huevo pintado, símbolo de la vida y la abundancia, las personas entenderían el mensaje de alegría y esperanza, de manera que así lo hizo. Y cuentan que desde entonces, el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores en todas las casas para recordar al mundo que Jesús resucitó y que hay que vivir alegres por ello y los huevos, en lugar de ser consumidos en grandes fiestas como era la costumbre, sólo podían ser comidos después de los 46 días de abstinencia correspondiente a la Cuaresma.

Así mismo, la tradición contaba que un conejo, iba saltando de casa en casa y se le iban cayendo los huevos que traía en su canasta, historia que aprovechaban los padres para esconder los huevitos alrededor de la casa, o en escondites, para que los niños se entretuvieran buscándolos. Esta costumbre simboliza la persecución de Jesús por parte de Herodes y la intervención de Dios para evitar ser encontrado.

En Estados Unidos, dicha costumbre fue introducida por los colonos alemanes que llegaron a Pennsylvania a principios del siglo XVIII. Allí lo llaman "Conejito Primavera" ya que en el juego de esconder los huevos en los jardines o patios, los conejos aparecían por los alrededores debido a que coincidía la fecha con el fin del invierno y la llegada del buen tiempo en Primavera. Curiosamente en los jardines de la Casa Blanca, el día de Pascua se desarrolla una singular carrera de niños que hacen rodar los huevos, quedando como vencedor aquel que llegue más lejos y sin romperlos.

Los primeros conejos de Pascua era huecos, estaban hechos con papel maché y tenían una cabeza desmontable. En el interior se empezaban ya a colocar los primeros huevos que estaban elaborados con azúcar. A partir del siglo XIX, se empezaron a fabricar en Alemania los conejos de chocolate, que junto con los huevos, también de chocolate, se solían regalar en la fecha que nos ocupa. Hoy en día son un espectáculo las composiciones que se realizan en los escaparates de muchas de las tiendas de los países del norte de Europa. Aunque últimamente también podemos observar esa costumbre en nuestro país.


Con esta entrada continúa su andadura "Un mundo en la cocina" una página fantástica sobre todo lo relacionado con el mundo de la cocina, su historia, sus grandes chefs, trucos, recetas y todo aquello que hace de este mundo un verdadero arte. Os recomiendo que paséis por ella. El link:
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El origen de "Los huevos de Pascua"

 
 

En estas fechas tan celebradas, las pastelerías decoran sus escaparates con coloridos huevos de chocolate y en España en particular, aparecen repletos de huevos de Pascua coronando las típicas "monas" y otros dulces de esta época.

Prácticamente todos conocemos la tradición de regalar estos huevos de chocolate en la festividad de la Pascua, generalmente rellenos con confites y algunas sorpresas en forma de juguetes, sin embargo no siempre los huevos fueron de chocolate, ni traían sorpresa dentro. Regalar huevos cocidos y decorados es una costumbre que se originó en Europa y Medio Oriente antes del cristianismo. Según parece en el antiguo Egipto y en Persia, los amigos intercambiaban huevos decorados cuando comenzaba la Primavera como símbolo del renacer de la naturaleza.

Remontándonos a la prehistoria, se piensa que el origen de la tradición de comer huevos al finalizar el invierno es una reminiscencia de la Edad de Hielo. Tras el duro invierno, y cuando apenas quedaban provisiones, con la llegada de la primavera, volvían las aves desde el sur (situándonos en el hemisferio norte) y empezaban a poner huevos con los que se alimentaban los seres humanos hasta que podían volver a cazar al llegar el buen tiempo.

Como la Primavera Europea prácticamente coincide con la Pascua, el huevo pasó a ser el signo del renacer de Cristo; la resurrección. En la Edad Media, la Iglesia prohibió el consumo de huevos durante la cuaresma por considerarlo equivalente a la carne, y por ello la gente los cocía y los pintaba para diferenciarlos de los frescos y poder consumirlos el día de Pascua de Resurrección. De esta manera se universalizó el uso de los huevos de Pascua (que en un principio eran de tortuga) con este sentido, y era la costumbre intercambiarlos ya decorados con vivos colores, resultando a veces verdaderas obras de arte, práctica esta que al parecer, era principalmente elaborada por clases altas o de recursos. Aunque muy pronto los pasteleros de la época, comenzaron a elaborarlos utilizando distintos ingredientes como el azúcar y luego el chocolate.

Pero sin duda los huevos de Pascua más singulares y considerados como obras maestras del arte de la joyería, son los creados por Carl Fabergé entre los años 1885 y 1917. En la foto se puede ver una de sus creaciones. Se trata de una colección de 69 huevos joya destinados principalmente a los zares de Rusia y posteriormente a otros miembros de la aristocracia y la élite industrial y financiera. La fiesta más importante del calendario de la iglesia ortodoxa rusa es la Pascua y la celebran dando tres besos y el intercambio de huevos decorados. Según cuentan, tan enamorado estaba el zar Alejandro III de su esposa la emperatriz María Fyodorevna, que encargó un huevo de Pascua al orfebre más célebre del lugar. El huevo recordaba a la patria de la emperatriz, Dinamarca, ya que el joyero se había inspirado en un huevo de pascua que se encontraba en las colecciones reales danesas y tanto agradó a la zarina que el zar ordenó que Peter Carl Gustavovich Fabergé fabricara un huevo de Pascua cada año para su amada, estipulando solamente que el huevo fuese único y que encerrase una sorpresa. Condición que cumplió con creces.

En Medio Oriente todavía se siguen intercambiando huevos carmesí, para recordar la sangre de Cristo. Los armenios los vacían y los decoran con imágenes de Cristo y de la Virgen. Y en Polonia y en Ucrania hacen verdaderas obras de arte con cera fundida sobre su cáscara. En algunos países europeos, los huevos se decoran el Jueves Santo y se rompen el Domingo de Pascua y Resurrección ya que la cáscara, representa la tumba en la que Jesús estuvo sepultado. También existe un juego donde se hacen rodar los huevos por el pasto tratando de no romperlos y está relacionado con rodar la piedra que cubría la tumba de Jesús.

En cuanto al origen de la decoración de los huevos, lo podemos encontrar en la jarra de vino etrusca de Tragliatella (aproximadamente 700 a.C.), en el que aparecen el Rey Sagrado y su sucesor escapando de un laberinto. La escena tiene lugar durante las fiestas de la fertilidad y es el día de la muerte ritual del Rey. La Diosa Luna ha salido a su encuentro con intención de matarlo ofreciéndole una manzana envenenada (¿sería esta la inspiración que encontraron para el cuento de Blancanieves?) pero el Rey lo sabe y le muestra a modo de contra hechizo un huevo de Pascua, el huevo de la resurrección. Es más, al parecer, un huevo sagrado etrusco hecho de traquita negra pulimentada con una flecha en relieve a su alrededor y que fue encontrado en Perusa (Italia), es este mismo huevo sagrado.

El comercio actual, se ha encargado de incorporar los huevos de chocolate, y los huevos de plástico que se rellenan de dulces, y que según la leyenda, son escondidos por el conejo de Pascua para que los niños los busquen y se los coman felices al encontrarlos.

Los caballeros las prefieren rubias... y las morenas en pie de guerra

 
 
Y es que era de esperar que aquel título de "Los caballeros las prefieren rubias" levantara ampollas, por mucho que la Marilyn andara por medio. En la foto podemos ver a un grupo de morenas reivindicando, pancarta en mano, sus encantos, y la igualdad de piropos para con las rubias. Pisa morena, pisa con garbo.  Era el año 1953. Las cosas….

Naomi Watts y "King Kong"




Hoy tocaba ver una película con los chiquitines y terminamos decidiéndonos por revisionar "King Kong" (2005 - Peter Jackson). Es un frenesí constante y no me explico como ha caído de manera tan rotunda en el olvido. Pocos hablan de ella cuando empiezan a enumerar películas que le gustaran recientemente. Pero más allá de lo bien tramada que está la historia (salvando el numerito del patinaje en el hielo), quería detenerme en lo esplendorosamente hermosa que aparece Naomi Watts en este film y lo solvente que es su actuación.

Desde hoy me hago fan de esta muchachita nacida en 1968 en Reino Unido pero de nacionalidad australiana. Watts comenzó su carrera en la televisión australiana, donde apareció en anuncios y telenovelas. Pero no tardaría en dar el salto al cine gracias a papeles como los interpretados en obras tan valoradas como "Mulholland Drive" (2001), donde se dio a conocer al gran público, "The Ring" (2002), "21 gramos" (2003), que fue nominada a dos Premios de la Academia, la ya mentada "King Kong" (2005), donde actuó junto con Jack Black y Adrien Brody, para seguir con la deliciosa "El velo pintado" (2006), "Promesas del este" en 2007" y más recientemente con "The International" (2009). Este año ha estado muy de moda por su gran papel en "Lo imposible", que le supuso su segunda nominación al Oscar a la mejor actriz. Nos dará grandes papeles esta señorita, estoy seguro.

Fragmento de "Los enamoramientos" - Javier Marías



JAVIER MARÍAS (1951) - España
"LOS ENAMORAMIENTOS" - (Fragmento)

“Los hijos dan mucha alegría y todo eso que se dice, pero también dan mucha pena, permanentemente, y no creo que eso cambie ni siquiera cuando sean mayores, y eso se dice menos. Ves su perplejidad ante las cosas y eso da pena. Ves su buena voluntad, cuando tienen ganas de ayudar y poner de su parte y no pueden, y eso te da también pena. Te la da su seriedad y te la dan sus bromas elementales y sus mentiras transparentes, te la dan sus desilusiones y también sus ilusiones, sus expectativas y sus pequeños chascos, su ingenuidad, su incomprensión, sus preguntas tan lógicas, y hasta su ocasional mala idea. Te la da pensar en cuánto les falta por aprender, y en el larguísimo recorrido al que se enfrentan y que nadie puede hacer por ellos, aunque llevemos siglos haciéndolo y no veamos la necesidad de que todo el que nace deba empezar por el principio. ¿Qué sentido tiene que cada uno pase por los mismos disgustos y descubrimientos, más o menos, eternamente?”

Entre la risa y el llanto se muestra en la fotografía un pequeño boxeador en el ring del Kay Boys Club de Pittsburgh, en 1945, una institución que curiosamente se fundó para luchar contra la delincuencia juvenil en una época de muy alto desempleo y conflictividad social. La foto es del sensacional Charles "Teenie" Harris, tambien conocido como "One shot Harris".

Rod Stewart y su "Da ya think I'm sexy?



ROD STEWART Y SU "DA YA THINK I'M SEXY?"

"!Da Ya Think I'm Sexy?" es una exitosa canción interpretada en 1978 por Rod Stewart e incluida en su álbum "Blondes Have More Fun". Hoy en día esta un tanto olvidado entre los jóvenes, pero se ha estimado que las ventas de sus discos llegarían a un total de 150 millones de copias, haciéndolo uno de los artistas que han vendido más álbumes en toda la histo...ria de la música. Este tema, fue compuesto por el propio Stewart y Carmine Appice y para los que ya tenemos unos añitos es imposible no recordar un antiguo anuncio de pantalones vaqueros que la utilizaba como sintonía. La canción estuvo una semana en la cima de las listas británicas en diciembre de 1978 y cuatro semanas en la lista del Billboard Hot 100 a partir del 10 de febrero de 1979.

La melodía de estilo disco, fue criticada por la prensa del rock, ya que consideraban que se trataba de una traición de Rod Stewart a sus orígenes en el blues rock. Stewart se apresuró a defender la canción afirmando que otros artistas señalados, como Paul McCartney y The Rolling Stones también habían publicado canciones de música disco. Una demanda por infracción de derechos de autor por el músico brasileño Jorge Ben afirmó que la canción había sido derivada de su canción "Taj Mahal". El caso fue "resuelto amistosamente", según Ben. Stewart admite que "plagio inconsciente" de la canción de Ben Jor en su autobiografía 2012. Después de condena por plagio en contra de Jorge Ben, Rod Stewart se ha comprometido a pagar todas las regalías de este álbum a UNICEF. En el año 2004 la revista Rolling Stone clasificó la canción en el n.º 301 de su lista de Las 500 mejores canciones de todos los tiempos. Su estribillo es evidente que sirvió para provocar más de un acercamiento. Decía algo así como:

Si tu quieres mi cuerpo y piensas que soy sexy
Vamos cariño, házmelo saber
Si realmente me necesitas simplemente extiéndete y tócame
Vamos cariño, dímelo
Dímelo nena
 
 
El video oficial del tema

Fragmento de "Sin noticias de Gurb" - Eduardo Mendoza



EDUARDO MENDOZA
SIN NOTICIAS DE GURB (Fragmento)

“21.00 Concluyo el recorrido del barrio de Pedralbes sin haber encontrado a Gurb, pero muy gratamente impresionado por lo elegante de sus casas, lo recoleto de sus calles, lo lozano de su césped y lo lleno de sus piscinas. No sé por qué algunas personas prefieren habitar en barrios como San Cosme, de triste recuerdo, pudiendo hacerlo en barrios como Pedralbes. Es posible que no se trate tanto de una cuestión de preferencias como de dinero.

Según parece, los seres humanos se dividen, entre otras categorías, entre ricos y pobres. Es ésta una división a la que ellos conceden gran importancia, sin que se sepa por qué. La diferencia fundamental entre los ricos y los pobres, parece ser ésta: que los ricos, allí donde van, no pagan, por más que adquieran o consuman lo que se les antoje. Los pobres, en cambio, pagan hasta por sudar. La exención de que gozan los ricos puede venirles de antiguo o haber sido obtenida recientemente, o ser transitoria, o ser fingida; en resumidas cuentas, lo mismo da. Desde el punto de vista estadístico, parece demostrado que los ricos viven más y mejor que los pobres, que son más altos, más sanos y más guapos, que se divierten más, viajan a lugares más exóticos, reciben mejor educación, trabajan menos, se rodean de mayores comodidades, tienen más ropa, sobre todo de entretiempo, son mejor atendidos en la enfermedad, son enterrados con más boato y son recordados por más tiempo. También tienen más probabilidades de salir retratados en periódicos, revistas y almanaques.”


En la novela "Sin noticias de Gurb" (1991), Eduardo Mendoza convierte a la ciudad cotidiana en el escenario de una carnavalada que revela el verdadero rostro del ser humano urbano actual mediante un curioso artificio. El relato, cuya naturaleza no es otra que la sátira y la paradoja, relata la búsqueda de un extraterrestre, Gurb, perdido en Barcelona, tras adoptar la apariencia de Marta Sanchez. El narrador no es Gurb, sino otro alienígena (su comandante) que sale en pos de él tras convertirse en el conde-duque de Olivares, aunque va cambiando su apariencia a medida que avanza la trama, y cuyo diario constituye la guía de la narración. El libro en cada momento te señala la hora que es. El protagonista comienza la historia con unas ideas y objetivos que van cambiando a la vez que él cambia para adaptarse a la forma de vida del planeta. Un juego que dará mucho juego y que ayudará a vernos a nosotros mismos a través del espejo del esperpento.

Esta entrada está tomada de la página del escritor José Manuel Pérez Padilla, que os recomiendo sin reservas que visitéis. Os dejo el enlace: http://www.facebook.com/PerezPadilla.Novelas?ref=ts&fref=ts
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Cuento - "De luces y de sombras" - Anónimo


DE LUCES Y DE SOMBRAS (Anónimo)

Un filósofo llevó a sus discípulos a una habitación oscura.
– ¿Qué ven? -les preguntó.
– Nada, maestro - le respondieron. – La oscuridad es absoluta y no nos deja ver.
El filósofo dio una palmada, y se encendieron al mismo tiempo mil lámparas de intensa luz.
– ¿Qué ven ahora? - les preguntó otra vez.
– Nada, tampoco -dijeron los discípulos. – Esta luz cegadora nos impide abrir los ojos para ver.
– Aprendan, pues, -les enseñó el maestro-, que ni en la luminosidad absoluta ni en la completa oscuridad el hombre puede ver. Por eso estamos hechos de luces y sombras, para podernos ver los unos a los otros. ¡Ay de aquél que no perdone la oscuridad que hay en el alma de su hermano, pues no lo podrá ver, y estará solo! Y ¡ay de aquél que no busque poner luces en su oscuridad, pues a sí mismo se perderá!
Así dijo el sabio. Y concluyó:
Estamos hechos de sombras. ¿Dónde mejor que en nosotros puede brillar la luz?


El cuadro, obra de George de La Tour, tiene por título "Magdalena penitente" y se exhibe en el museo del Louvre (París).

Fragmento de "La isla del tesoro" - Robert Louis Stevenson



ROBERT LOUIS STEVENSON - Literatura de palomitas
LA ISLA DEL TESORO (Fragmento)

“Mi padre era propietario de la hostería del "Almirante Benbow"...se hospedó en nuestro hogar un viejo lobo de mar, cuyo rostro curtido por la intemperie hallábase surcado por la siniestra cicatriz que en él dejara un terrible sablazo.

Persiste en mi mente con toda nitidez -como si fuera ayer- el recuerdo de la llegada de aquel hombre, que se presentó e nuestra hostería, renqueando y seguido de una carretilla en la que llevaba un pesado cofre de marinero.

Era alto, ancho de hombros, fornido y muy moreno. La embreada coleta le caía sobre la espalda, rozando una vieja casaca sucia y verdosa, llena de manchas. Tenía las manos agrietadas, surcadas de cicatrices imborrables, las uñas rotas y sucias.
Pero lo que primero llamó la atención en él, era la huella dejad en su mejilla derecha desde la mandíbula hasta la sien.

Silbando entre dientes anduvo un rato escudriñando la ensenada cercana hasta que de pronto, volviéndose de espaldas al mar, mientras regresaba a la hostería, entonó aquella extraña y antiquísima canción que tantas veces oí cantar después, en sus interminables horas de soledad y de ocio:

"Quince hombres sobre el cofre del muerto, ¡ja, ja, ja!
¡Y una botella de ron!".......”

 


 Precursor de Conrad, Graham Green y H.G. Wells entre otros, Robert Louis Stevenson elevó la novela de aventuras hasta convertir muchas de ellas en clásicos de la literatura. Sus obras más famosas son La flecha negra, El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hide y La isla del tesoro, a la que pertenece el fragmento.

El cuadro que representa al escritor es de John Singer Sargent.

Esta entrada está tomada de la página del escritor José Manuel Pérez Padilla, que os recomiendo sin reservas que visitéis. Os dejo el enlace: http://www.facebook.com/PerezPadilla.Novelas?ref=ts&fref=tsVer más

Michelangelo Antonioni y la creatividad



“Creo que puedo decir que siempre he hecho las mismas películas. Creo que no he cambiado. Desde 1950, año en que filmé "Crónica de un amor", hasta hoy, hasta "La Noche", siempre he querido seguir una cierta línea de trabajar... sin pensar en el público, no porque lo desprecie, no soy un intelectual que odia al público, como pueden pensar algunos, ni uno que trabaje en una torre de marfil, sino porque pienso que las películas no deben hacerse para el público, ni para ganar dinero, ni para conseguir popularidad, sino que, en mi opinión, deben hacerse para ser lo más bellas posibles y creo que ese es el mejor modo de trabajar... de ser sincero”.

Son palabras de Michelangelo Antonioni al recoger el Oso de Oro a la mejor dirección en Berlín, por La Noche (La Notte, Italia-Francia, 1961). Nos llegan a traves del amigo Manuel García de Mesa que tan interesantes comentarios hace sobre el mundo el cine.

Hojas de té - William McGregor Paxton

 
HOJAS DE TÉ
WILLIAM McGREGOR PAXTON

"Hojas de té" es un oleo sobre lienzo obra del estadounidense William McGregor Paxton (1869-1941), un pintor perteneciente a la corriente impresionista americana, conocido sobre todo como retratista e identificado con la Escuela de Boston. El cuadro data de 1909 y sus dimensiones son de 91'6 x71'9 cm. Actualmente se expone en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York y es solo una muestra del indiscutible talento de este soberbio artista, sobre el que uno se pregunta cómo es que no es más conocido una vez que repasa su obra.
 
 
 
 
Un repaso a su obra

"El tiempo detenido" - Carmen Rubio López



CARMEN RUBIO LÓPEZ
De "EL TIEMPO DETENIDO"

III

De pie ante la ventana, por si llegas,
cuando la tarde rompe y sangra un poco,
oigo un juego de voces interiores
que me arrastran a ti.

Te llevaste mi voz doblada en tus baúles,
mi alma remendada en trozos desiguales.
No quiero abrir los ojos y encontrar
mi mirada de trapo
y la urdimbre dispuesta para una nueva noche.

Cada otoño me trae su lluvia de tijeras;
sorprende mi desnudo junto al hogar del frío.
Cada gota que cae
va borrando los restos de nosotros,
y así, tan mansamente, me resume
de duda y musgo negro.

¿Qué playa te retiene?
¿Díme quién vela ahora tu dormir,
quién te despierta?
¿Quién recorre tu piel mientras me vuelvo oscura?
Si pudiera cerrar
mis oídos al paso de las gentes,
cambiar su predicción a los oráculos,
soportar sin fatiga el mástil de tu vela,
ser la sombra que vaga por tu estancia
para verte pasar delante de mis ojos
mientras yaces
al sesgo de las horas que me olvidan.

Si pudiera, tres veces te negaba,
pero sigo en silencio, devanando
nuestra inmortalidad noche tras noche.


Este poema es obra de nuestra amiga Carmen Rubio López y pertenece a su libro "El tiempo detenido" (basado en el mito de Penélope) Premio "Juan Alcaíde" Valdepeñas (Ciudad Real)
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sábado, 30 de marzo de 2013

Amour.- Michael Haneke. 2012





"Qué hermosa la vida... tan larga"



"Nada de esto merece ser mostrado"



Haneke nos muestra a la muerte trabajando. Y, como es dogma en su cine, lo hace sin máscaras sentimentales o estrategias de dulcificación. Desde el más aséptico de los realismos. La enfermedad visita a Anna paralizando la mitad de su cuerpo, saboteando su raciocinio, triturando su memoria... El trance de su adorada esposa enfrenta a George a la prueba de amor más extrema. Ella no quiere pasarlo en un hospital, y él se dedica en corazón y cuerpo a cuidarla. Dos seres desvalidos en comunión frente a las embestidas de la muerte.



Pero algo ha cambiado en el cine de Haneke. Es cierto que, como en toda su filmografía, sin duda una de las más valiosas y estimulantes del cine contemporáneo -convocando de manera combustible las estupefacciones y catarsis sociales que interesaron también a Pier Paolo Pasolini, a Ingmar Bergman, a Stanley Kubrick-, Amor se afana en violentar el confort de la burguesía con el retorno de la barbarie, enviándola a un primitivismo frente al que la sofisticación de la civilización occidental, por más que lo intente o lo enmascare, nada puede hacer. Pero el caos anímico al que es precipitada sin compasión la anciana pareja (y el espectador), encuentra esta vez alguna grieta por la que, como cantaba Leonard Cohen, pueda entrar la luz. Descubrimos no sin sorpresa que Haneke también lleva a un humanista bien adentro de sus entrañas, que en su cine caben, quién iba a decirlo, algo parecido a la piedad y al Amor en mayúsculas.



El tratamiento quirúrgico con que Haneke se aplica al relato apela constantemente a la conciencia del espectador, quien debe encontrar su posición ética frente a las imágenes, dado que la pátina de crudo, preciso realismo de la puesta en escena -tan aséptica y aparentemente neutral como acostumbra, pero de una calidez infrecuente en sus filmes- no deja apenas resquicios por donde escapar. La cámara-escalpelo de Haneke observa solo con aparente indiferencia el viaje a la nada desde el estricto enclaustramiento de la acción, los fogonazos de la última inspiración afectiva que los viejos amantes se brindan entre sí. Con precisión milimétrica, con un cálculo que, sabemos, será violentado, el amplio apartamento parisino en el que habitan encerrados dos cuerpos en tránsito final, se revela como el espacio alegórico de una existencia que se resigna a conjurar el último aliento de la vida. La hipnosis catártica sigue siendo ese as en la manga del señor Haneke que siempre nos altera. George encuentra el arrebato de la lucidez: no quiere ver cómo Anna, la mujer a la que ama, se desintegra hasta hacerse irreconocible. No amortajará a una mujer a la que ya no reconoce.



En su reciente, abismal ensayo póstumo Cuerpo a cuerpo. Radiografías del cine contemporáneo, Doménec Font glosa las excelencias del cine de Haneke sin olvidar que el autor de El vídeo de Benny (1992) es “un gélido moralista”, que sus películas son “como una experiencia de laboratorio”, un juego en el que “estamos todos condenados a ejercer el papel de víctimas”. Así lo simboliza el plano con el que arranca Amor -un patio de butacas ocupado por espectadores expectantes, filmado en plano frontal desde el escenario-, advirtiéndonos de que nadie está libre de la tragedia que acontecerá en la pantalla (y que resultará tan familiar para tantos espectadores), que todos estamos invitados a poner en suspenso las fugas de las imágenes fácilmente consumibles y digeribles. Uno quisiera dejar de mirar y no puede. El magnetismo que atraviesa las películas de Haneke, que no abandona su poética fría en torno al fuera de campo, se lo impide. Uno sin embargo encuentra la certeza, al final del trayecto, de que no volverá a visitar nunca más las agonías y los traumas que encierran las monumentales interpretaciones de Trintignant y Riva. La experiencia es tan devastadora que debe ser irrepetible.



Pareciera que Haneke parte del convencimiento de que la vida sobre el lienzo puede ser más real que la propia vida, el dolor puede arañar con la misma clase de inclemencia. Cuando el cine se conjuga en las manos de un maestro de la puesta en escena como es el autor de Código desconocido (2000) y Caché (2005), entonces traspasa sus simulacros, propone rupturas y gestos tan traumáticos y desestabilizadores como, en el fondo, artificiosos. Si en el cine de Haneke una partida de ping-pong convulsiona con violencia nuestra mirada con apenas la semántica del plano sostenido, de un corte que nunca llega -lo vimos en 71 fragmentos de una cronología del azar (1994)-, en Amor prevalece esa pulsión escópica (el permanente deseo de mirar) que nutre la ética y la estética de la filmografía del austriaco, donde voyeurismo y tensión van de la mano. Muñidor del terror cotidiano, de las catarsis más sobrecogedoras que el cine europeo nos ha ofrecido en los últimos veinte años, en Amor Haneke pone su manifiesta inteligencia creativa al servicio de una palabra y de un momento (un gesto) definitivos. La palabra es “compasión” (llamarlo misericordia sería demasiado) y el gesto obligará a cada espectador a emitir su particular juicio sobre lo que ha visto.



Es sintomático el modo en que uno de los debates centrales que plantea el filme -y que otras películas han colocado anteriormente en la superficie y el fondo de su “propósito social”- se ha ignorado casi por completo. Los mecanismos erosivos de la muerte se han filmado muchas veces en el pasado, pero muy pocas de forma tan seca y traumática. Nos acordamos de Gritos y susurros (1972, Ingmar Bergman), del perfume del espanto que segregan las líneas de La muerte de Iván Ilich (1886, León Tolstoi), que también podía olerse en el filme La muerte del señor Lazarescu (2005), de Cristi Puiu, pero allí el director rumano describió el vía crucis de su protagonista como diagnóstico de la precaria atención social en su país. Había otra intención en juego. En su incesante llamada a la culpa y la conciencia de Occidente -que Amor concentra en la figura interpretada por Huppert-, Haneke dispara esta vez a la misma esencia del drama humano: el amor y la muerte. Aquello que nos hace tan perdurables como perecederos.



(Tomado mayormente de la critica de Carlos Reviriego para El Cultural. es)

Cesare Pavese.- Historia íntima (de La Playa)



Aquellos días volví a pensar en muchas cosas que había olvidado. Pensé que mi padre, ahora, existía como algo selvático... La iglesia, como es justo, se lo había tragado, pero tampoco la iglesia va más allá del horizonte y mi padre, bajo tierra, no había cambiado. De cuerpo de sangre se había convertido en raíz, una entre las mil que cortada la planta perduran en la tierra. Estas raíces existen, el campo está lleno de ellas. Las vidrieras de colores de la iglesia nada cambian, y hacen pensar que nada cambia tampoco fuera, bajo el cielo, y que todo cuanto está lejos o sepultado sigue viviendo tranquilamente en aquella luz. Ahora en todas las cosas sentía a mi padre; su ausencia punzante y monótona sazonaba todo pasaje y toda voz del campo. No lograba encerrarlo de nuevo dentro del ataúd, en la tumba estrecha: como en todos los pueblos de estas colinas hay iglesias y capillas, así él me acompañaba a todas partes, me precedía en las cuestas, me quería muchacho. En los lugares más suyos me detenía por él; lo sentía chiquillo. Miraba la carretera por la parte del alba y la ciudad escondida al fondo, donde -¿cuánto hace de esto?- él había entrado una mañana, con su paso aldeano y absorto.

(...) Ahora era inútil subir aquellas cimas para estar solo con él. Me bastaba con encontrar un cañaveral, una higuera retorcida contra el cielo, una tierra labrada, para conmoverme y darme por satisfecho

(...) Ya entonces me gustaba ocultarme en aquella soledad, en el erial junto a los últimos liños, a dos pasos del bosque.  Luego me entraba miedo y volvía a todo correr por el sendero. Al verme correr así, todos se reían.
-Si huyes -decían-, el miedo te atrapa. Era algo, el miedo, que existía para todos. La Sandiana me dijo que tenía que resistir. -Si  te estás quieto en tu sitio, el miedo se asusta. Pero si huyes te sigue como el viento de noche.-. Le respondí que incluso con luz tenía miedo. -Cuando hay luz tienes que mirarlo a los ojos. El miedo huye a esconderse- . Pero la idea de mirar al miedo me asustaba aún más. - ¿Tú lo has visto? - le pregunté-. ¿Cómo es?

(...) A mí me parece que de la tierra sale un calor continuo que mantiene  verdes a las plantas y las hace crecer, y días que te da no sé qué pisarla, pues pienso que quizás pongo el pie sobre algo vivo y que,  bajo tierra, se apercibe de ello. Cuando el sol es más fuerte se oye el ruido  de la tierra que crece.

(...) Mi abuelo decía -me contó una vez- que todo esfuerzo que se haga en el campo, de noche se te devuelve en fuerza dentro de la sangre. Hay algo en la tierra que se respira al sudar.

(...) Aquí de noche está oscuro -pensé-, dentro de la tierra es siempre de noche

(...) En aquellos tiempos sólo sabía que nada empieza sino al día siguiente

(Cesare Pavese.- La playa. Editorial Seix Barral, 1987)

Imagen: Vincent Van Gogh, Le semeur (1888)

viernes, 29 de marzo de 2013

Charles Baudelaire.- Edgar Allan Poe




Un célebre escritor de nuestro tiempo ha escrito un libro para demostrar que el poeta no podía encontrar buen acomodo ni en una sociedad democrática ni en una aristocrática, no más en una república que en una monarquía absoluta o templada. ¿Quién ha sabido, pues, replicarle perentoriamente? Yo aporto hoy una nueva leyenda en apoyo de su tesis y añado un nuevo santo al martirologio; debo escribir la historia de uno de esos ilustres desventurados, demasiado rica en poesía y pasión, que ha venido, después de tantos otros, a hacer en este bajo mundo el rudo aprendizaje del genio entre las almas inferiores.
¡Lamentable tragedia la vida de Edgar Allan Poe! ¡Su muerte, horrible desenlace, cuyo horror aumenta con su trivialidad! De todos los documentos que he leído he sacado la convicción de que los Estados Unidos sólo fueron para Poe una vasta cárcel, que él recorría con la agitación febril de un ser creado para respirar en un mundo más elevado que el de una barbarie alumbrada con gas, y que su vida interior, espiritual, de poeta, o incluso de borracho, no era más que un esfuerzo perpetuo para huir de la influencia de esa atmósfera antipática. Implacable dictadura la de la opinión de las sociedades democráticas; no imploréis de ella ni caridad ni indulgencia, ni flexibilidad alguna en la aplicación de sus leyes a los casos múltiples y complejos de la vida moral. Diríase que del amor impío a la libertad ha nacido una nueva tiranía: la tiranía de las bestias, o zoocracia, que por su insensibilidad feroz se asemeja al ídolo de Juggernaut. Un biógrafo nos dirá seriamente —bienintencionado es el buen hombre— que Poe, de haber querido regularizar su genio y aplicar sus facultades creadoras de una manera más apropiada al suelo americano, hubiese podido llegar a ser un autor de dinero (a money making author). Otro —éste un cínico ingenuo—, que, por bello que sea el genio de Poe, más le hubiera valido tener sólo talento, ya que el talento se cotiza más fácilmente que el genio. Otro, que ha dirigido diarios y revistas, un amigo del poeta, confiesa que resultaba difícil utilizarle, y que se veía uno obligado a pagarle menos que a otros, porque escribía con un estilo demasiado por encima del vulgo. «¡Qué tufo a trastienda!», como decía Joseph de Maistre.
Algunos se han atrevido a más, y uniendo la falta de inteligencia más abrumadora de su genio a la ferocidad de la hipocresía burguesa, le han insultado a porfía, y después de su repentina desaparición, han vapuleado ásperamente ese cadáver; en especial, el señor Rufus Griswold, que, para aprovechar aquí la frase vengativa del señor George Graham, ha cometido así una infamia inmortal. Poe, experimentando quizá el siniestro presentimiento de un final repentino, había designado a los señores Griswold y Willis para ordenar sus obras, escribir su vida y restaurar su memoria. Ese pedagogo— vampiro ha difamado ampliamente a su amigo en un enorme artículo mediocre y rencoroso, que precisamente encabeza la edición póstuma de sus obras. ¿No existe, pues, en América una disposición que prohiba a los perros la entrada en los cementerios? En cuanto al señor Willis, ha demostrado, por el contrario, que la benevolencia y el decoro van siempre de consuno con el verdadero talento, y que la caridad con nuestros semejantes, que es un deber moral, es también uno de los mandamientos del gusto.
Hablad de Poe con un americano: confesará acaso su genio, y hasta puede que se muestre orgulloso de él; pero en tono sardónico, superior, que deja traslucir al hombre positivo, os hablará de la vida disoluta del poeta, de su aliento alcoholizado que hubiera ardido con la llama de una vela, sus hábitos de vagabundo. Os dirá que era un ser errante y heteróclito, un planeta desorbitado que rondaba sin cesar desde Baltimore a Nueva York, desde Nueva York a Filadelfia, desde Filadelfia a Boston, desde Boston a Baltimore, desde Baltimore a Richmond. Y si, con el corazón conmovido por esos preludios de una historia desconsoladora, dais a entender que tal vez no sea solamente culpable el individuo, y que debe de ser difícil pensar y escribir cómodamente en un país donde hay millones de soberanos —un país sin capital, hablando con propiedad, y sin aristocracia—, entonces veréis sus ojos desorbitarse y despedir rayos, la baba del patriotismo doliente subir a sus labios, y América, por su boca, lanzar injurias a Europa, su vieja madre, y a la filosofía de los antiguos días.
Repito que, por mi parte, he adquirido la convicción de que Edgar A. Poe y su patria no estaban al mismo nivel. Los Estados Unidos son un país gigantesco e infantil, envidioso, naturalmente, del viejo continente. Orgulloso de su desarrollo material, anormal y casi monstruoso, ese recién llegado a la Historia tiene una fe ingenua en la omnipotencia de la industria; está convencido, como algunos desdichados entre nosotros, de que acabará por tragarse al Diablo. ¡Tienen allá un valor tan grande el tiempo y el dinero! La actividad material, exagerada hasta adquirir las proporciones de una manía nacional, deja en los espíritus muy poco sitio para las cosas no terrenas. Poe, que era de buena casta —y que, por lo demás, declaraba que la gran desgracia de su país era no poseer una aristocracia racial, dado, decía él, que en un pueblo sin aristocracia el culto de lo Bello sólo puede corromperse, aminorarse y desaparecer; que acusaba en sus conciudadanos, hasta en su lujo enfático y costoso, todos los síntomas del mal gusto característico de los advenedizos; que consideraba el Progreso, la gran idea moderna, como un éxtasis de papanatas, y que denominaba los perfeccionamientos de la mansión humana cicatrices y abominaciones rectangulares—, Poe era allá un cerebro singularmente solitario. No creía más que en lo inmutable, en lo eterno, en el self-same, y gozaba —¡cruel privilegio en una sociedad enamorada de sí misma!— de ese grande y recto sentido a lo Maquiavelo que marcha ante el sabio como una columna luminosa a través del desierto de la Historia. ¿Qué hubiera pensado, qué hubiera escrito el infortunado, si hubiese oído a la teóloga del sentimiento suprimir el Infierno por amor al género humano, al filósofo de la cifra proponer un sistema de seguros, una suscripción de cinco céntimos por cabeza ¡para la supresión de la guerra y la abolición de la pena de muerte y de la ortografía, esas dos locuras correlativas!, y a tantos y tantos otros enfermos que escriben, «con la oreja inclinada hacia el viento», fantasías giratorias, tan flatulentas como el elemento que se las dicta? Si añadís a esta visión impecable de la verdad, auténtica dolencia en ciertas circunstancias, una delicadeza exquisita de sentidos a la que atormentaría una nota falsa, una finura de gusto a la que todo, excepto la exacta proporción, sublevara, un amor insaciable a lo Bello, que había adquirido la potencia de pasión morbosa, no os extrañará que para un hombre semejante la vida llegara a ser un infierno y que haya acabado mal; os admirará que haya él podido durar tanto tiempo.

(...) La vida de Poe, sus costumbres, sus modales, su ser físico, todo lo que constituye el conjunto de su personalidad, se nos aparece como algo tenebroso y brillante a la vez. Su persona era singular, seductora, y, como sus obras, estaba marcada por un indefinible sello de melancolía. Por lo demás, él se hallaba notablemente dotado en todos los sentidos. De joven había demostrado una rara aptitud para todos los ejercicios físicos, y aun siendo pequeño de estatura, con pies y manos femeniles, mostrando todo su ser ese carácter de delicadeza femenina, era más que robusto y capaz de maravillosas pruebas de fuerza. En su juventud ganó una apuesta como nadador que supera la medida ordinaria de lo posible. Diríase que la Naturaleza da a aquellos de quienes quiere conseguir grandes cosas un temperamento enérgico, así como da una poderosa vitalidad a los árboles encargados de simbolizar el duelo y el dolor. Esos hombres, de apariencia a veces enfermiza, están forjados como atletas, son aptos para la orgía y para el trabajo, prontos a los excesos y capaces de asombrosas sobriedades.
Hay algunos puntos relativos a Edgar A. Poe sobre los cuales existe un acuerdo unánime, como, por ejemplo, su elevada distinción natural, su elocuencia y su belleza, de la que, según dicen, se sentía un tanto vanidoso.
Sus maneras, mezcla singular de altivez y de dulzura exquisita, estaban llenas de firmeza. Su fisonomía, sus andares, sus gestos, sus movimientos de cabeza, todo le señalaba, máxime en sus días buenos, como un ser elegido. Toda su persona respiraba una solemnidad penetrante. Estaba, en realidad, marcado por la Naturaleza, como esas figuras de viandantes que atraen la mirada del observador y preocupan su memoria.

(...)El ardor mismo con que se arroja a lo grotesco por amor a lo grotesco, a lo horrible por amor a lo horrible, me sirve para comprobar la sinceridad de su obra y la unión del hombre con el poeta. He observado ya que en varios hombres ese ardor era con frecuencia el resultado de una amplia energía vital inocupada, a veces de una obstinada castidad y también de una profunda sensibilidad contenida. La voluptuosidad sobrenatural que el hombre puede experimentar viendo correr su propia sangre; los movimientos repentinos, violentos, inútiles; los fuertes gritos lanzados al aire, sin que el espíritu mande a la garganta, son fenómenos a situar en el mismo orden.

Imagen: Fotografía realizada por  Nadar

Arthur Schopenhauer.- El arte




Las cosas no tienen atractivo sino en tanto que no nos atañen. La vida nunca es bella. Solo son bellos los cuadros de la vida cuando los alumbra y refleja el espejo de la poesía; sobre todo en la juventud, cuando no sabemos aún qué es vivir. (...)

No hay hombre ni acción que no tenga su importancia. En todos y a través de todo se desenvuelve más o menos la idea de la humanidad. No hay circunstancia en la vida humana que sea indigna de reproducirse por medio de la pintura. Por eso es una in, justicia para con los admirables pintores de la escuela holandesa limitarse a elogiar su habilidad técnica. En lo demás se les mira desde la altura con desdén, porque casi siempre representan hechos de la vida común, y solo se concede importancia a los asuntos históricos o religiosos. Ante todo convendría recordar que el interés de un acto no tiene ninguna relación con su importancia externa, y que a veces hay gran diferencia entre las dos cosas.
La importancia -exterior de un acto se mide por sus consecuencias para el mundo real y en el mundo real. Su importancia interior está en el profundo horizonte que nos abre acerca de la esencia misma de la humanidad, poniendo en plena luz ciemos aspectos de esta naturaleza inadvertidos a menudo, escogiendo ciertas circunstancias favorables en que se expresan y desarrollan sus particularidades. La importancia interna es la única que vale para el arte, y la importancia externa para la historia.
Una y otra son independientes en absoluto, y lo mismo pueden hallarse juntas que separadas. Un acto capital en la historia, considerado en si mismo, puede ser vulgarísimo, insignificante en grado sumo; y recíprocamente, una escena de la vida diaria, una es, cena doméstica, puede tener un gran interés, interés ideal, si pone en plena y brillante luz seres humanos, actos y deseos humanos hasta en los más ocultos repliegues.
Sean las que fueren la importancia del fin perseguido y las consecuencias del acto, el rasgo de la naturaleza puede permanecer siendo el mismo: así, por ejemplo, nada importa que ministros inclinados encima de un mapa se disputen territorios y pueblos, o que labriegos riñan en una taberna por una partida de naipes o una suerte de datos; lo mismo que es indiferente jugar al ajedrez con peones de oro o con piezas de madera.
La música no expresa nunca el fenómeno, sino únicamente la esencia íntima, el en sí de todo fenómeno, en una palabra: la voluntad misma. Por eso no expresa tal alegría especial o definida, tales o cuales tristezas, tal dolor, tal espanto, tal arrebato, tal placer, tal sosiego de espíritu, sino la misma alegría, la tristeza, el dolor, el espanto, los arrebatos, el placer, el sosiego del alma. No expresa que la esencia abstracta y general, fuera de todo motivo y de toda circunstancia. Y sin embargo, sabemos comprenderla perfectamente en esta quinta esencia abstracta.
La invención de la melodía el descubrimiento de todos los más hondos secretos de la voluntad y de la sensibilidad humana, esto es obra del genio. La acción del genio es allí más visible que en cualquiera otra parte, más irreflexiva, más libre de intención consciente: es una verdadera inspiración. La idea, es decir, el conocimiento preconcebido de las cosas abstractas y positivas, es aquí absolutamente estéril, como en todas las artes. El compositor revela la esencia más intima del mundo y expresa la sabiduría más profunda en una lengua que su razón no comprende, lo mismo que una sonámbula da luminosas respuestas acerca de las cosas de que no tiene conocimiento ninguno cuando está despierta.
Lo que hay de íntimo e inexplicable en toda música, lo que nos da la visión rápida y pasajera de un paraíso a la vez familiar e inaccesible, que comprendemos y no obstarte no podríamos explicar, es que presta voz a las profundas y sordas agitaciones de nuestro ser, fuera de toda realidad, y por consiguiente sin sufrimiento.
Así como hay en nosotros dos disposiciones esenciales del sentimiento, la alegría o a lo menos el contentamiento, y la aflicción o por lo menos la melancolía, así también la música tiene dos tonalidades generales correspondientes, mayor y menor, el sostenido y el bemol, y casi siempre está en la una o en la otra. Pero, en verdad, ¿ no es extraordinario que haya un signo para expresar el dolor, sin ser doloroso físicamente ni siquiera por convención, y sin embargo, tan expresivo que nadie puede equivocarse, el bemol? Por esto puede medirse hasta que profundidad penetra la música en la naturaleza íntima del hombre y de las cosas.
En los pueblos del Norte, cuya vida está sujeta a duras condiciones, sobre todo en los rusos, domina el bemol hasta en la música de iglesia.
El allegro en bemol es muy frecuente en la música francesa y muy característico. Es como si alguien se pusiera a bailar con unos zapatos que le hacen daño.
Las frases cortas y claras de la música de baile, de aires rápidos, solo parecen hablar de una felicidad vulgar, fácil de conseguir. Por el contrario, el allegro maestoso, con sus grandes frases, sus anchas avenidas, sus largos rodeos expresa un esfuerzo grande y noble hacia un fin lejano, que se concluye por alcanzar. El adagio nos habla de los sufrimientos de un grande y noble esfuerzo, que menosprecia todo regocijo mezquino. Pero 'lo más sorprendente es el efecto del bemol y del sostenido. ¿No es asombroso que el cambio de un semitono, la introducción de una tercera menor, en lugar de una tercera mayor, de en seguida una sensación inevitable de pena y de inquietud, de la cual nos libra inmediatamente el sostenido? El adagio en bemol se eleva hasta la expresión del más profundo dolor, se convierte en una queja desgarradora. La música de baile en bemol expresa el engaño de una dicha vulgar, que hubiera debido desdeñarse. Parece describirnos la persecución de algún fin inferior, obtenido al cabo a través de muchos esfuerzos y fastidios.
Una sinfonía de Beethoven nos descubre un orden maravilloso, bajo un desorden aparente. Es como un combate encarnizado, que un instante después se resuelve en un hermoso acorde. Es el rerub concordia, discors una imagen fiel y cabal de la esencia de este mundo, que rueda a través del espacio sin premura y sin descanso, en un tumulto de formas sin número que se desvanecen sin cesar. Pero al mismo tiempo, a través de la sinfonía, hablan todas las pasiones y todas las emociones humanas, alegrías, tristeza, amor, odio, espanto, esperanza con matices infinitos, y sin embargo, enteramente abstractos, sin nada que los distinga unos de otros con claridad. Es una forma sin materia, como un mundo de espíritus aéreos
Después de haber meditado largo tiempo acerca de la esencia de la música, os recomiendo el goce de este arte como el más exquisito .de todos. No hay ninguno que obre más directamente ,y hondamente la verdadera naturaleza del mundo. Escuchar grandes y hermosas armonías, es como un baño del alma: purifica de toda mancha, de todo lo malo y mezquino, eleva al hombre y lo pone de acuerdo con los más nobles pensamientos de que es capaz, y entonces comprende con claridad todo lo que vale, o, más bien, todo lo que pudiera valer.
Cuando oigo música, mi imaginación juega a menudo con la idea de que la vida de todos los hombres, y la mía propia, no son más que sueños de un espíritu eterno, buenos o malos sueños, de que cada muerte es un despertar.

Capítulo de  Schopenhauer, Arthur. El amor, las mujeres y la muerte. Biblioteca Librodot.



jueves, 28 de marzo de 2013

Baltasar Gracián.- El Criticón



“—Pues dime, ¿con qué hacen tanto mal los hombres, si no les dio la naturaleza armas como a las fieras? Ellos no tienen garras como el león, uñas como el tigre, trompas como el elefante, cuernos como el toro, colmillos como el jabalí, dientes como el perro y boca como el lobo: pues ¿cómo dañan tanto?


—Y aun por eso —dijo Critilo— la próvida naturaleza privó a los hombres de las armas naturales y como a gente sospechosa los desarmó: no se fió de su malicia. Y si esto no hubiera prevenido, ¡qué fuera de su crueldad! Ya hubieran acabado con todo. Aunque no les faltan otras armas mucho más terribles y sangrientas que ésas, porque tienen una lengua más afilada que las navajas de los leones, con que desgarran las personas y despedazan las honras; tienen una mala intención más torcida que los cuernos de un toro y que hiere más a ciegas; tienen unas entrañas más dañadas que las víboras, un aliento venenoso más que el de los dragones, unos ojos invidiosos y malévolos más que los del basilisco, unos dientes que clavan más que los colmillos de un jabalí y que los dientes de un perro, unas narices fisgonas (encubridoras de su irrisión) que exceden a las trompas de los elefantes. De modo que sólo el hombre tiene juntas todas las armas ofensivas que se hallan repartidas entre las fieras, y así, él ofende más que todas. Y, porque lo entiendas, advierte que entre los leones y los tigres no había más de un peligro, que era perder esta vida material y perecedera, pero entre los hombres hay muchos más y mayores: y a de perder la honra, la paz, la hacienda, el contento, la felicidad, la conciencia y aun el alma. ¡Qué de engaños, qué de enredos, traiciones, hurtos, homicidios, adulterios, envidias, injurias, detracciones y falsedades que experimentarás entre ellos! Todo lo cual no se halla ni se conoce entre las fieras. Créeme que no hay lobo, no hay león, no hay tigre, no hay basilisco, que llegue al hombre: a todos excede en fiereza. Y así dicen por cosa cierta, y yo la creo, que habiendo condenado en una república un insigne malhechor a cierto número de tormento muy conforme a sus delitos (que fue sepultarle vivo en una profunda hoya llena de profundas sabandijas, dragones, tigres, serpientes y basiliscos, tapando muy bien la boca porque pereciese sin compasión ni remedio), acertó a pasar por allí un extranjero, bien ignorante de tan atroz castigo, y sintiendo los lamentos de aquel desdichado, fuese llegando compasivo y, movido de sus plegarias, fue apartando la losa que cubría la cueva: al mismo punto saltó fuera el tigre con su acostumbrada ligereza, y cuando el temeroso pasajero creyó ser depedazado, vio que mansamente se le ponía a lamer las manos, que fue más que besárselas. Saltó tras él la serpiente, y cuando la temió enroscada entre sus pies, vio que los adoraba; lo mismo hicieron todos los demás, rindiéndosele humildes y dándole las gracias de haberles hecho una tan buena obra como era librarles de tan mala compañía cual la de un hombre ruin, y añadieron que en pago de tanto beneficio le avisaban huyese luego, antes que el hombre saliese, si no quería perecer allí a manos de su fiereza; y al mismo instante echaron todos ellos a huir, unos volando, otros corriendo. Estábase tan inmoble el pasajero cuan espantado, cuando salió el último el hombre, el cual, concibiendo que su bienhechor llevaría algún dinero, arremetió para él y quitóle la vida para robarle la hacienda, que éste fue el galardón del beneficio. Juzga tú ahora cuáles son los crueles, los hombres o las fieras.”

Fragmento de la Crisi Cuarta El despeñadero de la vida, El Criticón, (1651). Primera parte. Colección Clásicos Castellanos, Espasa-Calpe, Madrid, 1971. Tomo I.

Imagen: Georges Rouault.- Homo lupus homini est


Albert Camus.- Discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura (1957)




Estocolmo, 10 de diciembre de 1957



Al recibir la distinción con que ha querido honrarme su libre Academia, mi gratitud es más profunda cuando evalúo hasta qué punto esa recompensa sobrepasa mis méritos personales. Todo hombre, y con mayor razón todo artista, desea que se reconozca lo que es o quiere ser. Yo también lo deseo. Pero al conocer su decisión me fue imposible no comparar su resonancia con lo que realmente soy. ¿Cómo un hombre, casi joven todavía, rico sólo por sus dudas, con una obra apenas desarrollada, habituado a vivir en la soledad del trabajo o en el retiro de la amistad, podría recibir, sin una especie de pánico, un galardón que le coloca de pronto, y solo, a plena luz? ¿Con qué ánimo podía recibir ese honor al tiempo que, en tantos sitios, otros escritores, algunos de los más grandes, están reducidos al silencio y cuando, al mismo tiempo, su tierra natal conoce una desdicha incesante? 



He sentido esa inquietud, y ese malestar. Para recobrar mi paz interior me ha sido necesario ponerme de acuerdo con un destino demasiado generoso. Y como era imposible igualarme a él con el único apoyo de mis méritos, no he hallado nada mejor, para ayudarme, que lo que me ha sostenido a lo largo de mi vida y en las circunstancias más opuestas: la idea que me he forjado de mi arte y de la misión del escritor. Permítanme, aunque sólo sea en prueba de reconocimiento y amistad, que les diga, lo más sencillamente posible, cuál es esa idea. 



Personalmente, no puedo vivir sin mi arte. Pero jamás he puesto ese arte por encima de cualquier cosa. Por el contrario, si me es necesario es porque no me separa de nadie, y me permite vivir, tal como soy, a la par de todos. A mi ver, el arte no es una diversión solitaria. Es un medio de emocionar al mayor número de hombres, ofreciéndoles una imagen privilegiada de dolores y alegrías comunes. Obliga, pues, al artista a no aislarse; le somete a la verdad, a la más humilde y más universal. Y aquellos que muchas veces han elegido su destino de artistas porque se sentían distintos, aprenden pronto que no podrán nutrir su arte ni su diferencia más que confesando su semejanza con todos. 



El artista se forja en ese perpetuo ir y venir de sí mismo hacia los demás, equidistante entre la belleza, sin la cual no puede vivir, y la comunidad, de la cual no puede desprenderse. Por eso, los verdadero artistas no desdeñan nada; se obligan a comprender en vez de juzgar. Y si han de tomar partido en este mundo, sólo puede ser por una sociedad en la que, según la gran frase de Nietzsche, no ha de reinar el juez sino el creador, sea trabajador o intelectual. 



Por lo mismo el papel de escritor es inseparable de difíciles deberes. Por definición no puede ponerse al servicio de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la sufren. Si no lo hiciera, quedaría solo, privado hasta de su arte. Todos los ejércitos de la tiranía, con sus millones de hombres, no le arrancarán de la soledad, aunque consienta en acomodarse a su paso y, sobre todo, si en ello consiente. Pero el silencio de un prisionero desconocido, abandonado a las humillaciones, en el otro extremo del mundo, basta para sacar al escritor de su soledad, por lo menos, cada vez que logre, entre los privilegios de su libertad, no olvidar ese silencio, y trate de recogerlo y reemplazarlo, para hacerlo valer mediante todos los recursos del arte. 



Nadie es lo bastante grande para semejante vocación. Sin embargo, en todas las circunstancias de su vida, obscuro o provisionalmente célebre, aherrojado por la tiranía o libre para poder expresarse, el escritor puede encontrar el sentimiento de una comunidad viva, que le justificará sólo a condición de que acepte, tanto como pueda, las dos tareas que constituyen la grandeza de su oficio: el servicio a la verdad, y el servicio a la libertad. Y puesto que su vocación consiste en reunir al mayor número posible de hombres, no puede acomodarse a la mentira ni a la servidumbre porque, donde reinan, crece el aislamiento. Cualesquiera que sean nuestras flaquezas personales, la nobleza de nuestro oficio arraigará siempre en dos imperativos difíciles de mantener: la negativa a mentir respecto de lo que se sabe y la resistencia ante la opresión. 



Durante más de veinte años de historia demencial, perdido sin remedio, como todos los hombres de mi edad, en las convulsiones del tiempo, sólo me ha sostenido el sentimiento hondo de que escribir es hoy un honor, porque ese acto obliga, y obliga a algo más que a escribir. Me obligaba, especialmente, tal como yo era y con arreglo a mis fuerzas, a compartir, con todos los que vivían mi misma historia, la desventura y la esperanza. Esos hombres nacidos al comienzo de la primera guerra mundial, que tenían veinte años en la época de instaurarse, a la vez, el poder hitleriano y los primeros procesos revolucionarios, Y que para completar su educación se vieron enfrentados a la guerra de España, a la segunda guerra mundial, al universo de los campos de concentración, a la Europa de la tortura y de las prisiones, se ven hoy obligados a orientar a sus hijos y a sus obras en un mundo amenazado de destrucción nuclear. Supongo que nadie pretenderá pedirles que sean optimistas. Hasta llego a pensar que debemos ser comprensivos, sin dejar de luchar contra ellos, con el error de los que, por un exceso de desesperación han reivindicado el derecho al deshonor y se han lanzado a los nihilismos de la época. Pero sucede que la mayoría de entre nosotros, en mi país y en el mundo entero, han rechazado el nihilismo y se consagran a la conquista de una legitimidad. 



Les ha sido preciso forjarse un arte de vivir para tiempos catastróficos, a fin de nacer una segunda vez y luchar luego, a cara descubierta, contra el instinto de muerte que se agita en nuestra historia. 



Indudablemente, cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no podrá hacerlo. Pero su tarea es quizás mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida —en la que se mezclan las revoluciones fracasadas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos, y las ideologías extenuadas; en la que poderes mediocres, que pueden hoy destruirlo todo, no saben convencer; en la que la inteligencia se humilla hasta ponerse al servicio del odio y de la opresión—, esa generación ha debido, en si misma y a su alrededor, restaurar, partiendo de amargas inquietudes, un poco de lo que constituye la dignidad de vivir y de morir. Ante un mundo amenazado de desintegración, en el que se corre el riesgo de que nuestros grandes inquisidores establezcan para siempre el imperio de la muerte, sabe que debería, en una especie de carrera loca contra el tiempo, restaurar entre las naciones una paz que no sea la de la servidumbre, reconciliar de nuevo el trabajo y la cultura, y reconstruir con todos los hombres una nueva Arca de la Alianza.



No es seguro que esta generación pueda al fin cumplir esa labor inmensa, pero lo cierto es que, por doquier en el mundo, tiene ya hecha, y la mantiene, su doble apuesta en favor de la verdad y de la libertad y que, llegado el momento, sabe morir sin odio por ella. Es esta generación la que debe ser saludada y alentada dondequiera que se halle y, sobre todo, donde se sacrifica. En ella, seguro de vuestra profunda aprobación, quisiera yo declinar hoy el honor que acabáis de hacerme. 



Al mismo tiempo, después de expresar la nobleza del oficio de escribir, querría yo situar al escritor en su verdadero lugar, sin otros títulos que los que comparte con sus compañeros, de lucha, vulnerable pero tenaz, injusto pero apasionado de justicia, realizando su obra sin vergüenza ni orgullo, a la vista de todos; atento siempre al dolor y a la belleza; consagrado en fin, a sacar de su ser complejo las creaciones que intenta levantar, obstinadamente, entre el movimiento destructor de la historia.



¿Quién, después de eso, podrá esperar que él presente soluciones ya hechas, y bellas lecciones de moral? La verdad es misteriosa, huidiza, y siempre hay que tratar de conquistarla. La libertad es peligrosa, tan dura de vivir, como exaltante. Debemos avanzar hacia esos dos fines, penosa pero resueltamente, descontando por anticipado nuestros desfallecimientos a lo largo de tan dilatado camino. ¿Qué escritor osaría, en conciencia, proclamarse orgulloso apóstol de virtud? En cuanto a mi, necesito decir una vez más que no soy nada de eso. Jamás he podido renunciar a la luz, a la dicha de ser, a la vida libre en que he crecido. Pero aunque esa nostalgia explique muchos de mis errores y de mis faltas, indudablemente ella me ha ayudado a comprender mejor mi oficio y también a mantenerme, decididamente, al lado de todos esos hombres silenciosos, que no soportan en el mundo la vida que les toca vivir más que por el recuerdo de breves y libres momentos de felicidad, y por la esperanza de volverlos a vivir. 



Reducido así a lo que realmente soy, a mis verdaderos límites, a mis dudas y también a mi difícil fe, me siento más libre para destacar, al concluir, la magnitud y generosidad de la distinción que acabáis de hacerme. Más libre también para decir que quisiera recibirla como homenaje rendido a todos los que, participando el mismo combate, no han recibido privilegio alguno y sí, en cambio, han conocido desgracias y persecuciones. Sólo me falta dar las gracias, desde el fondo de mi corazón, y hacer públicamente, en señal personal de gratitud, la misma y vieja promesa de fidelidad que cada verdadero artista se hace a si mismo, silenciosamente, todos los días.

Simone de Beauvoir.- El segundo sexo




"DURANTE mucho tiempo dudé en escribir un libro sobre la mujer. El tema es irritante, sobre todo para las mujeres; pero no es nuevo. La discusión sobre el feminismo ha hecho correr bastante tinta; actualmente está punto menos que cerrada: no hablemos más de ello. Sin embargo, todavía se habla. Y no parece que las voluminosas estupideces vertidas en el curso de este último siglo hayan aclarado mucho el problema. Por otra parte, ¿es que existe un problema? ¿En qué consiste?(…)Todo el mundo está de acuerdo en reconocer que en la especie humana hay hembras; constituyen hoy, como antaño, la mitad, aproximadamente, de la Humanidad; y {15}, sin embargo, se nos dice que «la feminidad está en peligro»; se nos exhorta: «Sed mujeres, seguid siendo mujeres, convertíos en mujeres.» Así, pues, todo ser humano hembra no es necesariamente una mujer; tiene que participar de esa realidad misteriosa y amenazada que es la feminidad. Esta feminidad ¿la secretan los ovarios? ¿O está fijada en el fondo de un cielo platónico?.(…) Pero el conceptualismo ha perdido terreno: las ciencias biológicas y sociales ya no creen en la existencia de entidades inmutablemente fijas que definirían caracteres determinados, tales como los de la mujer, el judío o el negro; consideran el carácter como una reacción secundaria ante una situación. Si ya no hay hoy feminidad, es que no la ha habido nunca. ¿Significa esto que la palabra «mujer» carece de todo contenido? Es lo que afirman enérgicamente los partidarios de la filosofía de las luces, del racionalismo, del nominalismo: las mujeres serían solamente entre los seres humanos aquellos a los que arbitrariamente se designa con la palabra «mujer». (…)

Y en verdad basta pasearse con los ojos abiertos para comprobar que la Humanidad se divide en dos categorías de individuos cuyos vestidos, rostro, cuerpo, sonrisa, porte, intereses, ocupaciones son manifiestamente diferentes. Acaso tales diferencias sean superficiales; tal vez estén destinadas a desaparecer. Lo que sí es seguro es que, por el momento, existen con deslumbrante evidencia. 

Si su función de hembra no basta para definir a la mujer, si rehusamos también explicarla por «el eterno femenino» y si, no obstante, admitimos que, aunque sea a título provisional, hay mujeres en la Tierra, tendremos que plantearnos la pregunta: ¿qué es una mujer? 

El mismo enunciado del problema me sugiere inmediatamente una primera respuesta. Es significativo que yo lo plantee. A un hombre no se le ocurriría la idea de escribir un libro sobre la singular situación que ocupan los varones en la Humanidad. Si quiero definirme, estoy obligada antes de nada a declarar: «Soy una mujer»; esta verdad constituye el fondo del cual se extraerán todas las demás afirmaciones. Un hombre no comienza jamás por presentarse como individuo de un determinado sexo: que él sea hombre es algo que se da por supuesto. (…) A veces, en el curso de discusiones abstractas, me ha irritado oír que los hombres me decían: «Usted piensa tal cosa porque es mujer.» Pero yo sabía que mi única defensa consistía en replicar: «Lo pienso así porque es verdad», eliminando de ese modo mi subjetividad. No era cosa de contestar: «Y usted piensa lo contrario porque es hombre», ya que se entiende que el hecho de ser hombre no es una singularidad; un hombre está en su derecho de serlo; es la mujer la que está en la sinrazón.(…) La mujer tiene ovarios, un útero; he ahí condiciones singulares que la encierran en su subjetividad; se dice tranquilamente que piensa con sus glándulas. El hombre se olvida olímpicamente de que su anatomía comporta también hormonas, testículos. Considera su cuerpo como una relación directa y normal con el mundo que él cree aprehender en su objetividad, mientras considera el cuerpo de la mujer como apesadumbrado por todo cuanto lo especifica: un obstáculo, una cárcel. «La mujer es mujer en virtud de cierta falta de cualidades ‑decía Aristóteles‑. Y debemos considerar el carácter de las mujeres como adoleciente de una imperfección natural.» Y, a continuación, Santo Tomás decreta que la mujer es un «hombre fallido», un ser «ocasional». Eso es lo que simboliza la historia del Génesis, donde Eva aparece como extraída, según frase de Bossuet, de un «hueso supernumerario» de Adán. La Humanidad es macho, y el hombre define a la mujer no en sí misma, sino con relación a él; no la considera como un ser autónomo. «La mujer, el ser relativo...», escribe Michelet. Y así lo afirma Benda en el Rapport d'Uriel: «El cuerpo del hombre tiene sentido por sí mismo, abstracción hecha del de la mujer, mientras este último parece desprovisto de todo sentido si no se evoca al macho... El hombre se piensa sin la mujer. Ella no se piensa sin el hombre.» Y ella no es otra cosa que lo que el hombre decida que sea; así se la denomina «el sexo», queriendo decir con ello que a los ojos del macho aparece esencialmente como un ser sexuado: para él, ella es sexo; por consiguiente, lo es absolutamente. La mujer se determina y se diferencia con relación al hombre, y no este con relación a ella; la mujer es lo inesencial frente a lo esencial. El es el Sujeto, él es lo Absoluto; ella es lo Otro.(…)