jueves, 5 de septiembre de 2013

Carta de Simone de Beauvoir a Nelson Algren



Estoy mejor en una tristeza seca que en una furia fría, pues permanecí con los ojos secos hasta ahora, tan secos como pescados ahumados, pero mi corazón se siente como un sucio y suave flan por dentro.

[...]

No estoy triste. Más bien sorprendida, muy lejos de mí misma, sin creer realmente que estés tan lejos, tan lejos, pero tan cerca. Quiero decirte sólo dos cosas antes de partir, y entonces ya no diré nada más, lo prometo.

Primero, espero, quiero y necesito verte una vez más, algún día. Pero, recuerda, por favor, que jamás volveré a pedirte que nos veamos ―no por orgullo, puesto que no tengo ninguno contigo, como sabes, pero nuestro encuentro significará algo sólo cuando tú lo desees. Así que, esperaré. Cuando lo desees, sólo dilo. No supondré que me amas de nuevo, ni siquiera que tienes que dormir conmigo, y sé que sólo nos veremos brevemente ―como lo sientas y cuando lo sientas. Pero quiero que sepas que siempre querré que me lo pidas. No, no puedo pensar que nunca te volveré a ver. He perdido tu amor y fue (y es) doloroso, pero no quiero perderte.

De cualquier forma, soy tan tuya, Nelson, lo que me diste significó tanto para mí, que nunca podrás quitármelo. Tu ternura y amistad fueron tan valiosas para mí que aún te puedo sentir cálido y feliz y agradecido cuando te siento dentro de mí. Realmente espero que esta ternura y amistad nunca, nunca, me abandonen.

En cuanto a mí, es desconcertante decirlo y me avergüenzo, pero es la única verdad: te amo tanto como te amé aquella vez que llegué a tus brazos, y lo digo y lo siento con mi ser entero y con mi corazón sucio; no puedo hacer menos.

Pero ya no te molestaré, cariño, y no te veas obligado a escribir cartas por cortesía; sólo escribe cuando lo sientas, sabiendo cada vez que me harán muy feliz.

Bueno, todas las palabras me parecen tontas. Pareces tan cercano, tan cercano, déjame estar cerca de ti también. Y déjame, como en los viejos tiempos, déjame estar en mi propio corazón por siempre.



Tuya, Simone.

Orgullo y prejuicio.- una gran banda sonora de Dario Marianelli



Elegante y evocadora es la música que Dario Marianelli supo componer para acompañar a Orgullo y Prejuicio (Joe Wright, 2005) Totalmente instrumental, conserva el tono clásico necesario para este film de época, recordando vagamente la música del romanticismo clásico (que supuso el impasse entre clasicismo y romanticismo y que tuvo lugar precisamente en la época en la que Jane Austen escribió y publicó su libro, 1813) pero que, no obstante, incluye piezas de folk, como la excelente 'Meryton Townhall', que nos traslada a la música popular del pueblo (alejándonos de lo que el estirado Darcy puede estar acostumbrado a escuchar en su entorno social) o canciones de danza más clásicas, como la central del baile entre los dos protagonistas, punto álgido del film, que se trata de una versión de 'Abdelazar', compuesta por Henry Purcell en el siglo XVII, y cuyo título homenajea también al autor original: 'A postcard to Henry Purcell'.Pero lo más destacable es que la música gira alrededor de piezas al piano, interpretadas por Jean-Yves Rhibaudet, que suponen el centro neurálgico de toda la composición. Y esto no es casual: Marianelli, antes de encerrarse a componer la música del film a partir de las imágenes rodadas, tuvo que entregar con anterioridad las partituras que tanto los personajes de Elisabeth como Georgiana tocaban al piano en sus escenas. Fue entonces cuando Marianelli decidió que para Elisabeth, tocar el piano resultaba a veces la mejor forma de expresarse, de mostrar sus verdaderos sentimientos. Así, decidió que la simplicidad de las notas arrancadas a un piano tenían que ser claves para todo el desarrollo musical del film, convirtiendo la pieza 'Dawn' en la principal para varios fragmentos que acompañarán las aventuras y desventuras de nuestra protagonista y su estirado pero bondadoso amado, el Sr. Darcy (uno de los mejores personajes escritos en la literatura e interpretado brillantemente aquí por un Matthew McFayden en el que seguro ha sido el mejor papel de toda su carrera en la gran pantalla). Una banda sonora original imprescindible para amantes, tanto de la buena música como de recordar los bellos pasajes de un film al escuchar su melodía principal.



Esta banda sonora, además de ser la primera encargada tras el éxito conseguido con El secreto de los hermanos Grimm (Terry Gilliam, 2005), abrió las puertas a Marianelli para ser el compositor en films tan relevantes como V de Vendetta (James McTeigue, 2006) o Ágora (Alejandro Amenábar, 2009), además de seguir acompañando a Joe Wright en Expiación (2007) y El solista (2009). De hecho, la música de la película que ahora nos ocupa supuso la nominación al Oscar para Dario Marianelli, hecho que le ayudó aún más a iniciar su meteórica carrera.