miércoles, 27 de julio de 2016

"La Reina de África" (John Huston - 1951)



Parece que en 1950 el siempre excesivo John Huston tuvo el capricho de ir a cazar a África y como su profesión era la de director de cine, pensó que la mejor manera de matar dos pájaros de un tiro era lograr convencer a los exigentes directivos de Hollywood de que rodar una película como "La reina de África"  en un inhóspito paraje como el Congo Belga era una magnífica idea. 

Supongo que los productores le pondrían mil pegas y argumentarían las bondades de recrear el paisaje en sus maravillosos estudios, pero Huston terco como el solo y fija la intención de dar caza a un elefante, respondió que someter a los actores a condiciones reales haría más creíble sus interpretaciones. Parece que después durante el rodaje, Huston,  estaba más pendiente de cazar su dichoso elefante que de la marcha de la película. Ahí le tienen a la derecha, rifle en mano, entre el equipo de la película. Clint Eastwood rodó su película "Cazador blanco, corazón negro " basándose en esta fijación de Huston que ya fue contada en su día por Peter Viertel.  

Por supuesto, Huston, tenía razón. El hecho de someter a los actores, acostumbrados a las bondades y comodidades de los estudios a los rigores de una selva, sacó de ellos registros distintos. Allí tuvieron que padecer lluvias torrenciales, plagas de mosquitos, de hormigas, disentería, malaria....  Katherine  Hepburn tuvo que actuar con temblores por la fiebre en algunas escenas. Fueron legión los miembros del equipo que cayeron enfermos, quedando a salvo tan solo el director John Huston y Humphery Bogart, al parecer gracias a su particular forma de medicarse por las noches tras el rodaje, en las que se dedicaban sistemáticamente a cambiar su sangre por Whisky a base de continuos lingotazos. Hasta se lavaban los dientes con producto escocés. Vamos que los mosquitos al intentar picarles caían borrachos y no les daba tiempo de inocularles nada. Supongo que aquella escena en la que Rose (K. Hepburn) tira todas las botellas de whisky al río durante una borrachera de Allnut (Bogart), era un guiño a lo que ocurría en el campamento una vez se terminaba el rodaje. !Que tíos, que buenos ratos echarían!!!!

La camaradería entre Huston y Bogart era tal que cuando el director llamó a Bogie para ofrecerle el papel, éste le comentó a su esposa Lauren Bacall (que también fue al rodaje): "El Monstruo quiere que vaya a rodar en plena selva africana, con cuarenta grados a la sombra, en una aldea plagada de mosquitos y rodeada de animales salvajes.... Naturalmente, he aceptado..." Bogart apodaba a Huston, su amigote de juergas con el apelativo cariñoso de "el Monstruo", ya que según decía, el gran director era "la única persona que conozco capaz de beber más whisky que yo en una sola tarde..."

A Bogart le vino de perillas hacer el mono y los ruidos de tripas para lograr su único Oscar, por un papel totalmente alejado de su habitual compostura como gangster o cuando menos hombre duro. Aunque las sanguijuelas que cubren el torso de Bogart en una de las escenas eran falsas, John Huston le hizo creer que, debido a un error del encargado de efectos especiales, algunas podían ser auténticas. Bogart, horrorizado, rodó la secuencia lo más deprisa que pudo con gesto de genuina repugnancia, cosa que aprovechó Huston para dotar de realismo a la escena.

De Katherine Kepburn, que decir, era una fanática de la higiene y de la limpieza, al enterarse de que tenía que ir a África, durante el rodaje hizo revisar a todos los miembros del equipo sus cabellos en busca de piojos. Humphrey Bogart y John Huston aprovechaban esta compulsión por la higiene para gastarle multitud de bromas. Cuando le pidió consejo a Huston sobre cómo llevar adelante su papel, este le dijo: "Debes de ser dulce, irradiar amor, actúa siempre como si estuvieras interpretando a Eleanor Roosevelt. Di la verdad, pero acompáñala siempre de una gran sonrisa". Y por supuesto igual que el whisky fue al agua remedando lo que debería haber ocurrido en la realidad del campamento, Huston no olvido reírse un poco de las manías de limpieza de Hepburn durante el rodaje y así en un determinado momento de la película, un arrepentido  Allnut (Bogart)  le decía a Rose (K. Hepburn):

"Es delicioso tener a bordo a una persona de costumbres tan limpias, le da a uno buen ejemplo. Un hombre solo acaba viviendo como un cerdo, y yo, además, lo dejo todo para mañana. Procura no hacer hoy lo que puedas dejar para mañana. Pero en usted, el deber es siempre antes que el placer. Hacer una buena colada, ponerse después bien pulcra, zurcir la ropa que haga falta y, entonces y sólo entonces, sentarse tranquilamente durante una hora a leer la Biblia".

Supongo que al final la película, por todos esos avatares que contamos, tendría un lugar especial en el recuerdo de los que en ella intervinieron y que la frase de Rose cuando cruzan los rápidos terminaría por cobrar un sentido distinto:

"Jamás pensé que una simple experiencia física pudiera ser tan estimulante."

La película finalmente resultó un rotundo éxito, fue nominada a cuatro premios Oscar: Actor y Actriz principal, mejor guión y mejor director, resultando finalmente galardonado solo Bogart con el de mejor actor y puede que también  el barco que da nombre al film y que  ahora en el Reino Unido ocupa un lugar de honor  entre aquellos grandes barcos que son distinguidos con el honor de llevar por nombre el de una Reina:  los lujosos "Queen Mary" y "Queen Elizabeth" y seguramente el más famoso de todos, el destartalado "The African Queen".




A continuación la ficha de la película:

TÍTULO ORIGINAL: The African Queen 

AÑO: 1951 
PAIS: EEUU
DURACIÓN: 106 min.

DIRECTOR; John Huston 

REPARTO; Humphrey Bogart, Katharine Hepburn, Robert Morley, Peter Bull, Theodore Bikel 

PRODUCTORA: Coproducción USA-GB; Romulus / Horizon Production 

GUIÓN: James Agee (Novela: C.S. Forester) 

MÚSICA: Allan Gray 

FOTOGRAFÍA: Jack Cardiff

PREMIOS: 1951: Oscar: Mejor actor (Humphrey Bogart). 4 nominaciones 







martes, 26 de julio de 2016

Lucia Berlin y su "Manual para mujeres de la limpieza"




"¿Qué más me he perdido? ¿Cuántas veces en  mi vida he estado, digámoslo así, en el porche de atrás y no en el de delante? ¿Qué me habrían dicho que no alcancé a escuchar? ¿Qué amor pudo haberse dado que no sentí?
        Son preguntas inútiles. La única razón por la que he vivido tanto tiempo es porque fui soltando lastre del pasado. Cierro la puerta a la pena al pesar al remordimiento. Si permito que entren, aunque sea por una rendija de autocompasión, zas, la puerta se abrirá de golpe y una tempestad de dolor me desgarrará el corazón y cegará mis ojos de vergüenza rompiendo tazas y botellas derribando frascos rompiendo las ventanas tropezando sangrienta sobre azúcar derramado y vidrios rotos aterrorizada entre arcadas hasta que con un estremecimiento y sollozo final consiga volver a cerrar la pesada puerta. Y recoja los pedazos una vez más.
         Tal vez no sea tan arriesgado dejar que el pasado entre, siempre que sea bajo la premisa "Y sí?". ¿Y si hubiera hablado con Paul antes de que se marchara? ¿Y si hubiera hubiera pedido ayuda? ¿Y si me hubiera casado con H? Sentada aquí, mirando por la ventana el árbol donde ahora no hay hojas ni cuervos, las respuestas a cada una de esas preguntas resultan extrañamente tranquilizadoras. Son especulaciones imposibles. Todo lo bueno o malo que ha ocurrido en mi vida ha sido predecible e inevitable, en especial las decisiones y los actos que han garantizado que ahora esté completamente sola".



El fragmento pertenece al cuento "Volver al hogar", uno de los relatos incluidos en la sensacional recopilación de historias cortas "Manual para mujeres de la limpieza" (Alfaguara - 2016) de la escritora norteamericana Lucia Berlin (1936-2004) a la que podemos ver, preciosa, en la foto que encabeza la entrada. Lucia era una maravillosa narradora, a la que se compara sin titubeos con gigantes como Hemingway o Carver y que inexplicablmente se mantuvo oculta al gran publico hasta después de su muerte en 2004, momento en el que irrumpe con una fuerza inusitada en el mundo editorial. De hecho este libro es la primera aparición de su obra en nuestro país. Sus relatos, de un marcado tono autobiográfico pero llenos de magia, reflejan el devenir de una mujer que es capaz de trascender el tiempo que le toco vivir, logrando que sus relatos resulten intemporales. Su periplo vital fue sumamente singular, nacida en una familia acomodada, tuvo que trabajar de todo lo imaginable, desde limpiadora a profesora, pasando por enfermera o telefonista. Vivió su vida a grandes tragos, como los que daba a la botella, una afición que se convirtió en adicción y la llevó a vivir en los sórdidos margenes de lo que todos consideramos correcto hasta que tuvo la suficiente fuerza de voluntad para superar su alcoholismo, una época en la que al menos supo mantener la suficiente lucidez para plasmar sus experiencias vitales en cada una de esas profesiones por las que desfiló, realizando un certero fresco del mundo que nos rodea y las personas que lo habitan, con crudeza a veces pero nunca con rencor, con humor en abundancia y con acierto siempre. Lucia Berlin no era una escritora prolífica, no hizo de la literatura el centro de su universo, pero logró acumular un buen numero de relatos maravillosos, de los cuales este "Manual de mujeres de la limpieza" constituye una sensacional recopilación. Un libro delicioso que supondrá un descubrimiento para todo aquel que lo lea, un tema del que hablar, una recomendación inteligente a cualquiera que desee leer algo que realmente merezca la pena este verano. 


Así comienza su relato "Inmanejable":

"En la profunda noche oscura del alma las licorerías y los bares están cerrados. La mujer  palpó debajo del colchón; la botella de medio litro de vodka estaba vacía. Salió de la cama, se puso de pie. Temblaba tanto que tuvo que sentarse en el suelo. Respiraba agitadamente. Si no conseguía pronto algo para beber, le darían convulsiones o delirium tremens. El truco está en aquietar la respiración y el pulso. Mantener la calma en la medida de lo posible hasta que consigas una botella"

jueves, 21 de julio de 2016

Carta (condiciones) de Einstein a Mileva



 "A: Te encargarás de que mi ropa esté en orden. Que me sirvan mis 3 comidas regulares al día, en mi habitación.

Que mi dormitorio y estudio estén siempre en orden, y que mi escritorio no sea tocado por nadie excepto yo....

B: Renunciarás a tus relaciones personales conmigo, excepto cuando éstas se requieran por apariencias sociales.

En especial

no solicitarás que:

- me siente junto a tí en casa...

- que salga contigo..

-que viaje contigo.... "

Mileva es, para la historia, la primera esposa de Albert Einstein y sin embargo fue mucho más: una mujer brillante de ciencia y la primera mujer que cursó la carrera de matemáticas inscrita en el Instituto Politécnico Federal de Zurich, Suiza, donde conoció a Einstein.

Mileva Maric nació en Titel Vojvodina, Serbia, el 19 de diciembre de 1875, en una familia de terratenientes del imperio Astro-Húngaro y por los favores que los suizos le debían a su padre que era militar de carrera, Mileva pudo cursar la secundaria en Austria e ingresar al Instituto Politécnico Federal de Zurich.

No obstante, como cualquier estudiante mujer, Mileva Maric tuvo que demostrar su capacidad intelectual en la prestigiosa escuela, donde fue vigilada en forma más estricta por ser la única mujer.

Antes de presentar el examen de ingresó a la carrera de matemáticas, estudió medicina en la Escuela Federal de Berna Suiza. En 1903, ya como estudiante del Instituto Politécnico Federal, conoció a quien habría de ser su esposo Albert Einstein, ambos inician una relación académica de intercambio intelectual.

Mileva apoyó a Albert en todos los aspectos, pero concretamente contribuyó profundamente en el desarrollo de sus investigaciones científicas, al aportar la parte de los cálculos matemáticos que tenían que demostrar.

Einstein y Marić tuvieron una hija antes de casarse, de nombre Lieserl, la cual se cree que fue dada en adopción, aunque su verdadero destino es incierto.
Más tarde, tras contraer matrimonio Mileva abandona la escuela para atender a la familia y continuar apoyando a Albert que trabajaba en la oficina de patentes de Suiza y en su tesis.

En 1904, nació el primer hijo legítimo de la pareja y Mileva atiende las labores del hogar y procura ingresos para la familia con la renta de cuartos a estudiantes porque el sueldo de Albert no alcanza para sufragar los gastos.

Seis años más tarde, nace su segundo hijo; el niño presenta problemas de salud mental, por lo que Mileva le dedica más tiempo a su cuidado. La pareja empieza a distanciarse. Y es entonces cuando Albert empieza a involucrarse con Elsa, prima de Mileva. Muy generosamente, Albert permite a Mileva permanecer en el hogar siempre y cuando cumpla con una serie de requisitos, que son los que describe en la carta precedente.

En público, continúan como una pareja modelo, sin embargo no pudo evitarse el divorcio, que tuvo lugar en 1919. Mileva recibió el dinero del Premio Nóbel, con el que regresó a vivir a Zurich con sus hijos.

Algunos historiadores señalan que Einstein le entregó el monto del premio porque fue ella en realidad quien planteó las bases de la Teoría de la Relatividad y que Albert las desarrolló. Esta hipótesis se basa en la correspondencia que mantuvieron como novios y también en las declaraciones hechas por Mileva a una amiga acerca de que acababan de terminar la Teoría que haría famoso a su marido.

Tras su separación, Mileva se dedicó por entero a cuidar a su hijos, y gracias a ella el mayor pudo concluir los estudios de ingeniería en la misma escuela donde se conocieron sus padres.

Pero Mileva nunca más pudo dedicarse a la ciencia. Murió el 4 de agosto de 1948 en Zurich, Suiza, sumida en la pobreza, siendo sepultada en el cementerio de Northeim Friedhof en Zurich, Tuvieron que quitar su lápida porque nadie pagó los impuestos necesarios

miércoles, 20 de julio de 2016

Fragmento de "La mujer justa" (1941 - Sándor Márai)



«Era fiel hasta con los objetos. Quería guardarlo, conservarlo todo. Ése era su lado burgués, el rostro noble de la burguesía. Quería conservar no sólo los objetos sino todo lo que fuese bello, amable, valioso, sensato… Ya sabes… Quería conservar las costumbres, los modos de vida, los muebles, los valores cristianos, los puentes, el mundo tal como lo habían construido las personas con infinito esfuerzo y dedicación, con su ingenio y su sufrimiento, con sus mentes brillantes y sus manos callosas. Para él todo tenía el mismo valor, amaba el mundo y quería protegerlo de algo. A todo esto los hombres lo llaman cultura.»


El párrafo pertenece a "La mujer justa", obra del novelista húngaro Sándor Márai (1900-1989)


Otras entradas de este blog relacionadas con Sándor Márai:
Sándor Márai - Diarios (fragmentos)

martes, 19 de julio de 2016

Sobre Billy Wilder, Samuel Goldwyn y Nijinsky




"Me encanta contar historias cuando consigo que en una mesa grande todos suelten los tenedores para escucharme. Me imaginaba el público del cine de una manera parecida. También los espectadores debían olvidarlo todo escuchando y mirando: soltar los tenedores. Quizás sea ese el único motivo por el que muchas de mis películas empiezan con una historia que llama la atención."

Son palabras del genial Billy Wilder, uno de los mejores directores de la historia del cine, que de hecho era considerado el maestro de las escenas iniciales, dado el efectismo con el que conseguía atrapar la atención del espectador. Con recordar el inicio de "El crepúsculo de los Dioses" debería bastar para darles la razón. Hoy os traigo una anécdota que nos habla de esa habilidad suya para crear historias.

Billy WIlder y Samuel Goldwyn
"Durante el rodaje de "Bola de fuego" (Howard Hawks - 1941 - Wilder fue el guionista) me encontré al productor Samuel Goldwyn (famoso por sus dislates lingüísticos) en el estudio y me ofreció hacer con él una película. Un par de días más tarde, me presenté en su despacho y le dije que tenía algo para él.

-¿Cuál es el argumento?

-Una película sobre la vida de Nijinski, le dije.

-¿Quién es ese Nijinski?

Así que le conté que había sido el pobre hijo de un campesino que había soñado en convertirse en un gran bailarín. Y se convirtió en el mejor bailarín de la historia...

-¿Y la historia? -Repuso Goldwyn.

Yo le conté cómo Diaghilev descubrió a aquel joven campesino, hermoso y fuerte, en la escuela de ballet. 

-¿Sabe usted quién es Diaghilev? -Le pregunté a Goldwyn.

-¡Ni idea!-. Dijo él.

Le dije que era el mayor empresario del famoso ballet ruso, que vio al joven Nijinsky y se enamoró de él. Goldwyn me interrumpió.

Vaslav Nijinsky en "El preludio a la siesta de un fauno"
-Por favor, dígame, ¿Diaghilev era una mujer?

Yo le dije que no, que era un hombre. A esto repuso Goldwyn:

-¿Qué clase de historia es ésta?¿Dos hombres? ¿Dos maricas? ¡Cállese de una vez, Wilder!

Intenté explicarle que era más que una historia de amor. Le conté cómo Diaghilev convirtió a Nijinsky en la mayor estrella del ballet del mundo. Y cómo empezó la tragedia, cuando Nijinsky, se enamoró de una bailarina y se casó con ella. Diaghilev se enfureció y amenazó con destruir a Nijinsky, que al final se volvió loco. Goldwyn me interrumpió de nuevo:

-Un momento, un momento, hasta ahora tenemos a dos maricas, de los cuales uno además se vuelve loco, ¿y de esto quiere hacer una película? Tengo una mujer a la que quiero y a la que tengo que mantener y tengo un prestigio que no puedo perder. ¡Cállese de una vez, Wilder!

Yo le pedí que me dejara continuar la historia. Un día, Nijinsky fue internado en un sanatorio suizo y allí, llegó al convencimiento de que era un caballo. Desesperado, Goldwyn me miró fijamente:

-¿Un caballo?

-Sí -dije yo-, un caballo. Por las mañanas, cuando abrían las celdas, salía al jardín y galopaba feliz por él.

Al llegar aquí, a Goldwyn se le acabó la paciencia.

Nijinsky montado por Lester Piggott
-¡Un caballo que es marica y que galopa por el jardín! ¡Acabe usted con esta absurda historia! ¡Me está haciendo perder el tiempo!

Yo me levanté y mientras abandonaba el despacho le dije:

-¡Esta bien! Si quiere un happy end, mister Goldwyn, tengo una idea. Nijinsky no sólo cree ser un caballo, sino que además gana el Derby de Kentucky.

Goldwyn cogió un cenicero de su mesa y apuntó hacia mí. Tuve el tiempo justo para cerrar la puerta a mis espaldas."

Todo lo que contaba Wilder sobre Nijinsky era cierto, salvo, obviamente, el disparate de hacerlo ganar el Derby de Kentucky. Bueno... hubo un famosísimo caballo llamado "Nijinsky" en honor al bailarín que fue el primero en ganar la "Triple Corona" en la que se incluye el Derby de Kentucky. La historia viene recogida en una biografía de Wilder: "Nadie es Perfecto" de Hellmuth Karasek y en otra de Goldwyn: "Goldwyn- Una biografía" de Scott Berg,


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"La tentación vive arriba" - Billy Wilder
Hedy Lamarr, Marlene Dietrich y un sufriente Billy Wilder
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Así quería morir Billy Wilder
Wilder y "El toque Lubitsch"
Billy Wilder y "El crepúsculo de los dioses"

sábado, 16 de julio de 2016

¿Cómo era el verdadero rostro de Cervantes?




"Este que veis aquí de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada, las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro; los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño; la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies; este, digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación de Cesar Caporal Perusino, y de otras obras que andan por ahí descarriadas, y quizá sin el nombre de su dueño, llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo; herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlos V, de feliz memoria."


Y si bien es el propio Cervantes, en este autorretrato literario que inserta en el prólogo de sus "Novelas ejemplares" (1613), el que hace referencia (en palabras previas a las que a aquí se citan), a un retrato que debió de hacerle Juan de Jauregui, resulta que no se tiene por veraz el rostro que se nos muestra en el cuadro que abre el texto, cuyo original se considera perdido. El cuadro que hoy nos sirve para imaginar el rostro del insigne escritor incluye una inscripción en su parte superior que reza "Don Miguel de Cervantes Saavedra" y otra inferior con la leyenda"Juan de Iauregui pinxit, año 1600" que han sido motivo de ardua discusión por los expertos que mantienen como error inaceptable la inclusión de ese "Don" que al parecer nunca utilizó Cervantes ni otros al referirse a su persona y el otro motivo de desconfianza es la datación del cuadro en 1600, época en la que Jauregui tan solo habría tenido 16 años. 

Existe otro posible retrato de Cervantes atribuido también a Jauregui en la colección del Marques de Casa Torres (el que se muestra a la izquierda del texto), curiosamente muy diferente al anterior, y que si bien ha sido sometido a un minucioso estudio tampoco ha quedado acreditada de forma definitiva su sutoria. Así que a la espera de que pudiera aparecer ese Jauregui perdido, la visión más fiel que tenemos de Cervantes son sus propias palabras, aquellas con las que describió su figura al inicio de "Las novelas ejemplares", figura que no se si resultará triste o no, pero a la que yo siempre he encontrado cierta semejanza con la que todos hemos adjudicado a su mayor creación, el singular caballero Don Quijote de la Mancha.


viernes, 15 de julio de 2016

Humphrey Bogart y el ajedrez



El duro Humphrey Bogart era un gran ajedrecista, su padre, un prestigioso cirujano, le había enseñado durante unas vacaciones cuando Bogie tenía tan solo 13 años. Lo que empezó como un pasatiempo para matar las horas en la casa familiar de veraneo en el lago Canandaigua mientras no salían a navegar (la otra pasión de Bogart) se convirtió en una intensa y perdurable afición por el ajedrez. De hecho con el tiempo manifestaría a sus íntimos amigos que si no hubiera sido actor, hubiera sido un ajedrecista que navegaba, o un marino que jugaba al ajedrez.  

Bogart juega al ajedrez en un descanso de  "El tesoro de Sierra Madre"
Pasados los años llegó a tener problemas con su padre debido a su continua expulsión de los colegios en los que estudiaba y las repetidas peleas en las que se iba metiendo cuando empezó su idilio con el alcohol. Su padre intentando meterlo en cintura decidió quitarle la asignación económica, pero Bogart lejos de amilanarse, lo que hizo fue alistarse en la marina y tras ser licenciado  paso a ganarse la vida durante algún tiempo jugando al ajedrez con aficionados por el circuito de bares de Nueva York o con desconocidos por las calles y parques de la ciudad. Evidentemente este modo de vida quedó atrás cuando le llegó el éxito, pero no su desmedida afición por el ajedrez que llegó a estar muy presente en sus películas. En Casablanca aparece alguna que otra vez jugando al ajedrez, tal y como le vemos en la foto que abre esta entrada, también en "Llamad a cualquier puerta" y seguro que en alguna más y no cabe duda que en los descansos de cada una de ellas jugaba al ajedrez con el resto de actores o equipo de la película.  

Dicen que cuando conocía a alguna persona nueva en su vida lo primero que hacía era preguntarle si sabía jugar al ajedrez y si le respondían afirmativamente no paraba de insistir hasta conseguir jugar alguna partida con él. Bogart tenía una prodigiosa memoria, de hecho comentan que le bastaba con leer el guión de una película una vez para saberse su papel de memoria, una herramienta que resulta fundamental a la hora de conseguir un nivel elevado en el juego del ajedrez, en el que no me cabe duda de que no sería un jugador muy dado a plantear sus partidas a la defensiva.

Lauren Bacall terminó siendo una jugadora muy competente y Bogie, ávido de nuevos retos, gustaba de jugar partidas postales contra los marines americanos en ultramar y contra los veteranos en los hospitales militares. Cuando llegaron sus problemas con McCarthy y su vergonzosa caza de brujas, estas partidas provocaron una investigación del FBI que sospechaba que las notaciones de los movimientos que se mandaban por correo podría constituir algún tipo de código secreto. Las paranoias habituales de los americanos. Incluso ya muy enfermo, cuando estaba en el hospital seguía manteniendo partidas telefónicas, como las que tenía con su amado amigo y contrincante Mike Romanoff, con la ayuda de Lauren Bacall, que iba anotando las jugadas propuestas por ambos contrincantes y haciendo las veces de intermediaria.

En definitiva, Bogart era verdadero enamorado de las 64 casillas que justamente llegó a tener una variante con su nombre, el conocido como "Gambito Humphrey Bogart" cuya notación dejo para los los más curiosos.


1.  d4 Cf6 2.g4 (dentro de la variante ataque Trompwski)
2...d5 (Declinado)
2...Cxg4 3.e4 d6 (Aceptado)




Y cerramos con un vídeo de una escena de Casablanca en la que Bogart aparece jugando al ajedrez:


Otros artículos publicados sobre Humphrey Bogart en este blog:

miércoles, 13 de julio de 2016

David Helfgott y la verdadera historia de "Shine" (Scott Hicks - 1996)



El cine tiene la virtud de alumbrar la figura de personas que quedaron injustamente en el olvido, reactualizándolas y dándolas a conocer a la mayoría en todo su esplendor, pero no es menos cierto que a veces también se convierte en un invento endemoniadamente injusto para con otras figuras que tuvieron una vida muchísimo más valiosa y digna de respeto que la que se nos muestra. Un ser malvado viste mucho en pantalla y como decía Hitchcock: "Para mi, el cine son cuatrocientas butacas que llenar", ósea que alguna pequeña injusticia es absolutamente perdonable cuando de vender palomitas se trata. 

En algunas ocasiones con estas licencias artísticas se consigue hacer verdadero arte y además vender muchas palomitas como el famoso caso de "Amadeus" en el que se demoniza la figura de Antonio Salieri, que ya es unánimemente considerado por la mayoría como envidioso asesino de Mozart; poco importa lo que diga la historia, el excepcional talento de aquel músico o la posible amistad que pudiera unirlos dentro de su rivalidad artística (tienen obras firmadas en común), el caso es que a la historia le venía bien un malvado y aprovechando viejas infamias ya superadas sobre la muerte de Amadeus, se les dio alas y ahora Salieri es conocido por muchos, ha ocupado un papel en la historia gracias al cine, pero en vez del merecido por su talento lo ocupa por un crimen que nunca cometió.

Armin Mueller-Sthal da vida al duro padre de David Helfgott 
Una cosa parecida ocurre con otra de las grandes películas de la historia de la música clásica, la esplendorosa "Shine. El resplandor de un genio" (Scott Hicks - 1996), en la que aparte de enamorarnos irremediablemente del Concierto para piano nº 3 de Rachmaninov y del "Nulla in mundo pax sincera" de Vivaldi, de disfrutar de la magistral actuación de Geoffrey Rush (de hecho le valió un Oscar al mejor actor principal), supimos de la azarosa vida del pianista David Helfgott y de la abrumadora presión y tiranía a la que lo sometía su durísimo padre, hasta el punto de desestabilizarlo emocionalmente y provocar que un genio del piano en potencia terminara siendo un enfermo psiquiátrico al que con el tiempo dejan tocar el piano de nuevo por los bares casi por lastima y después como atracción. En la vida real, David Helfgott gracias a la película haría buena caja en numerosos conciertos, más por la mitomanía de ver al personaje que inspiraba el film, que por sus verdaderas cualidades pianísticas que ya se encontraban mermadas tras su problema médico y no eran ni por asomo las de aquel joven prometedor que se atrevió con Rachmaninov.

Geoffrey Rush como David Helfgott
Como ya decía me declaro fan incondicional de esta película y en mi reproductor de dvd tiene ya más vueltas que la noria de una feria, pero el caso es que es tremendamente injusta con la figura del padre del pianista. El director necesitaba de un contrapunto dramático para equilibrar la historia y lo hizo a costa de un padre que merecía mucho más reconocimiento. La verdadera historia la conocimos a través de Margaret Helfgott, pianista profesional al igual que el protagonista del film; esta tras ver la vergonzosa imagen que dieron de su padre, Peter Helfgott manifestó:

"Un día le pregunté a mi padre: 
- ¿Por qué nos enseñaste música a mí y a todos mis hermanos? (el tercer hermano,  Leslie Helfgott, es violinista profesional) y me respondió:
- Si les hubiera dejado dinero y posesiones, las podrían haber perdido. Pero si les daba la música, no importa dónde estuvieran en el mundo, aún si estaban solos y sin dinero, el arte siempre sería su compañero."
Su pasión por la música iba ligada a la idea de que, una vez dominada la técnica, era nuestra, era parte de nuestro ser y ya nadie podría quitárnosla jamás. Por las noches, cuando éramos niños, mi padre llegaba del trabajo y se sentaba con David y conmigo a enseñarnos a tocar el piano, y aunque mi hermano era superior a mí (de hecho llegó a ser un niño prodigio, e incluso tocaba mucho mejor que ahora), los primeros años le costaba mucho trabajo entender las notas de la partitura. Sin embargo, un día, sólo dos años después de su primera lección y ante el asombro de todos nosotros, se sentó al piano y toco la Polonesa heroica de Chopin, una obra muy difícil aun para pianistas consumados. Para un niño de ocho años esto era asombroso y a partir de ahí, David destacó como un verdadero artista tanto en la ciudad donde vivíamos como en otras partes. 
Los verdaderos Peter Helfgott y su hijo David Helfgott
Papa solía decirle a David:
- "Cada nota es como un diamante, es importante que se escuche, no te la saltes, es como una gema preciosa, déjala que brille".
Mi madre, por su parte, me contaba que recibió muchas propuestas de matrimonio:
-Pero yo quería a tu padre y él me quería a mí. Era considerado y servicial: me compraba flores, cargaba mis bolsas, me llevaba a comprar naranjas y luego las exprimía para mí. Me trataba como a una reina...
Le encantaba leer libros de física y astronomía. Leía en yiddish y en polaco, después aprendió inglés y francés para leer a Zola, Flaubert y Rolland; también aprendió ruso para disfrutar de Dostoievski, Tolstoi y Chejov en su lengua natal. Siempre nos enseñaba muchas cosas en una forma amena y natural. Señalaba las estrellas y nos explicaba las distancias en años luz, los nombres y la configuración de las constelaciones, o como estaba construido un átomo, sobre moléculas y protones. Tenía una notable habilidad para explicar las cosas más difíciles de una manera clara y sencilla.
- ¿No es increíble? - Decía con un brillo de emoción en los ojos, cuando nos mostraba algunos dibujos hechos por él, en las que representaban reacciones químicas, o el método científico para partir un átomo...."

El verdadero David Helfgott
No parecen ser las palabras de un hija que hubo de sufrir un padre como el que aparece en "Shine".

Peter Helfgott tenía ciertamente una economía limitada y apenas podía cubrir las necesidades de su familia, y a pesar de ello compró un piano para que sus hijos tuvieran lo que él consideraba una cultura superior. Cuando sus amigos le reprochaban tal dispendio:
_ ¿Cómo puedes salir y comprar un piano cuando no tienes lugar ni para poner la cuna del bebé? - el les explicaba con seguridad absoluta:
- Pero señores: ¡No se puede vivir sin un piano, no se puede vivir sin música!

Ni Peter Helfgott era un ser cruel, que maltrataba emocionalmente a sus hijos y esposas, ni estuvo en ningún campo de concentración. Hay manifestaciones del propio David Helfgott respaldando las palabras antes reseñadas de su hermana en favor de su padre. Y por contra la película olvida que el pianista padecía una esquizofrenia que por supuesto nada tenía que ver con la educación recibida, que fumaba compulsivamente la friolera de seis paquetes de cigarrillos al día y tomaba 25 tazas de café también diariamente.... ¡cómo para no perder los nervios! Y para colmo su esposa en vez de salvarlo del psiquiátrico lo que hizo fue alejarlo de su familia y su entorno.

Evidentemente la historia se parece a la contada en algunos aspectos pero después de ver el maltrato recibido por la figura paterna en la película, solo cabe consolarse con la idea de que Peter Helfgott murió años antes del estreno de la película y no tuvo que sufrir tamaña humillación.



El verdadero David Helfgott tocando "El vuelo del moscardón"



Y un trocito del tercer movimiento del Concierto para piano nº 3 de Rachmaninov que en la película tiene una presencia destacada. Yo personalmente prefiero el inicio del concierto, realmente majestuoso.





Título original: Shine
Año: 1996
Duración: 106 min.
País: Australia
Director: Scott Hicks

Reparto: Geoffrey Rush, Armin Mueller-Stahl, John Gielgud, Noah Taylor, Lynn Redgrave, Sonia Todd, Googie Withers, Nicholas Bell, Chris Haywood

Guión: Jan Sardi
Música: David Hirschfelder
Fotografía: Geoffrey Simpson

Premios
1996: Premios Oscar: Mejor actor (Rush). 7 Nominaciones
1996: Globo de Oro: Mejor actor drama (Rush). 5 nominaciones
1996: 2 premios BAFTA: Mejor actor (Geoffrey Rush) y sonido. 9 nominaciones



El trailer del film:





martes, 12 de julio de 2016

Fragmento de "Desgracia" - J.M. Coetzee - 1999




«Se va apoderando de él un humor gris. No es sólo que no sepa qué hacer consigo mismo. Los acontecimientos del día anterior lo han sacudido hasta lo más profundo de su ser. El temblor, la flojera son únicamente los primeros signos, los más superficiales, de la conmoción. Tiene la sensación de que, en su interior, algún órgano vital ha sufrido una magulladura, un abuso. Tal vez incluso sea el corazón. Por vez primera prueba a qué sabe el hecho de ser un viejo, estar cansado hasta los huesos, no tener esperanzas, carecer de deseos, ser indiferente al futuro. Medio derrumbado sobre una silla de plástico, en medio del pestazo que despiden las plumas de las gallinas y las manzanas medio podridas, entiende que su interés por el mundo se le escapa gota a gota. Tal vez sean precisas semanas, tal vez meses, hasta que se desangre y se quede seco del todo, pero no le cabe duda de que se desangra. Cuando haya terminado será como el despojo de una mosca prendido en una telaraña, quebradizo al tacto, más ligero que una cascarilla de arroz, listo para salir volando con un soplo de aire."

El fragmento pertenece a la novela "Desgracia" (1999) obra del aclamado escritor sudafricano John M. Coetzee, premio Nobel de Literatura en el año 2003. Para ilustrarlo hemos escogido un fragmento de un autorretrato de Lucien Freud datado en 1985.

lunes, 11 de julio de 2016

¿Quién fue la verdadera Dama de las Camelias?




Con enorme éxito se hizo eco la literatura, la música y el cine de aquella pequeña y menuda cortesana que solía llevar de su mano un ramo de camelias blancas cuando se encontraba disponible para las galanterias de los pretendientes o de un ramo de camelias rojas cuando la naturaleza aconsejaba a los varones un poco de paciencia. En la literatura fue la maravillosa Margarita Gautier de "La dama de las Camelias" por obra y gracia de Alejandro Dumas hijo; en la música sirvió de inspiración para la inolvidable Violeta Valery, protagonista de la Opera "La traviata" (La extraviada) de Verdi y en el cine fue la espledorosa "Camille" (entre otras) a la que prestó su rostro y su magia la hermosa y enigmática Greta Garbo a la que podemos ver en ese rol en la foto que abre la entrada. ¿Pero quién fue en realidad "La dama de las Camelias"?

La musa de estas obras fue Marie Duplessis, una cortesana que fue capaz de robar el corazón de los parisinos con su menuda figura, su sonrisa y su trato exquisito hasta ser conocida como "La divine Marie". Realmente murió de tuberculosis a los 23 años y ciertamente adoraba las camelias, principalmente por su muy tenue aroma, en contraposición al intenso olor de las rosas u otras flores que le resultaba insoportable. Alejandro Dumas hijo, fue su pareja durante casi un año y la describía así:

Marie Duplessis
"Era alta y muy esbelta, de pelo negro y complexión blanca y rosa. Su cabeza era pequeña, de ojos alargados que tenían el aspecto de porcelana de las mujeres de Japón. Pero había en ellos algo que indicaba una naturaleza orgullosa y vital... Podía ser una figurilla de Dresden." 

Su apariencia era sin duda subyugante, esa figura menuda y pálida por la enfermedad podía cuadrar a la perfección con los cánones del romanticismo que por entonces imperaba en Europa, pero aquella perfecta languidez tenía mucho sufrimiento oculto tras su maravillosa sonrisa.

Marie Duplessis, nació como Rose-Alphonsine Plessis, hija de una aristrócrata venida a menos y de un buhonero hijo de una prostituta que pronto empezó a prostituir a su hija por unas pocas monedas cuando esta ni siquiera había cumplido los doce años; no contento con eso llegó a venderla a unos gitanos que formaban parte de un circo. Buscándose la vida, trabajó de lo que podía, ya fuera vendiendo verduras, haciendo paraguas o en una tienda de lencería. Todo cambiaría cuando en un baile conoció a un acaudalado señor que la convirtió en su "protegida" y le puso una asignación mensual que pronto se le quedó pequeña y hubo de buscar otros "mecenas" más solventes. Su encanto llamó la atención de personas poderosas como el, embajador de Rusia en París, o el  Ministro de Asuntos Exteriores de Napoleón III quien se preocupó de alimentar la curiosidad por aprender de la chica y le procuró instrucción en literatura, historia, piano, danza... hasta convertirla en una encantadora damisela capaz de deslumbrar a cualquiera no solo con su lánguida belleza y sus exquisitos modales sino también con una chispeante e interesante conversación que la llevó a convertirse en la cortesana más importante de París y a  regentar uno de los salones más famosos de la ciudad de la luz, frecuentado por las mentes más brillantes de su época. 

Su carácter era alegre, aunque era capaz de pasar de la más exultante alegría a periodos de una intensa melancolía, puede que debido a la tuberculosis que la atacaba y que le mostraba un futuro nada venturoso. Su afán por vivir pronto la hacían olvidar esas cavilaciones y se lanzaba a disfrutar de cada momento. Era una ávida jugadora y derrochaba el dinero sin pensar en el mañana, a la vez que era tremendamente generosa con aquellas personas necesitadas y que le recordaban los duros tiempos que le habían tocado vivir años atrás. Llegaba a gastar la importante suma de 200.000 francos oro al año, lo que da una idea del interés que inspiraba en sus "protectores". Gran amante de la mitología, gustaba de adornar sus historias de la forma más efectista con mentiras que a veces resultaban demasiado obvias. Cuando un amigo le preguntó la razón de tantas fabulaciones y embustes, ella divertida, simplemente respondía:

"Mentir blanquea los dientes"

Era sin duda en su Salón, ubicado en una lujosa vivienda del Boulevard de la Madeleine, donde obtenía sus mayores satisfacciones, en aquellas efervescentes reuniones y tertulias en las que recibía a personas de la talla de Alejandro Dumas padre, Musset, Balzac, Theophile Gautier, Dickens y tantos otros.

Entre aquellos intelectuales pasó Alejandro Dumas hijo, puede que siguiendo los pasos de su padre, pero a diferencia de este, el joven escritor terminaría enamorándose de aquella fascinante mujer, llegando a pasar junto a ella cerca de un año. Al final la relación se rompió, puede que más por el irreprimible temor del escritor a contagiarse de la tuberculosis que padecía la Duplessis, una enfermedad por entonces tan temible o más  que el sida de hoy, que por un amor insuficiente o falta de fondos para mantenerla.

Marie Duplesis viendo como su relación con el escritor se apagaba le escribió: 

“¿Por qué no me has dicho cómo estás y por qué no me escribes con sinceridad? Creo que deberías tratarme como un amigo. Espero una palabra tuya y te beso cariñosamente como amante o como amiga, lo que tú prefieras. En cualquier caso, siempre seré tuya.”

Él le respondió con esta otra carta en agosto de 1845: Dumas temeroso de la enfermedad ya solo pensaba en romper amarras, marchándose hacía España para no volver a verla. En agosto de 1845 le escribía:

“No soy no bastante rico para amarte ni lo bastante pobre para ser amado como tú quieres. Así que olvidemos los dos: tú un nombre que apenas debe de significar nada para ti, y yo una felicidad que me ha resultado imposible. No tiene sentido que te diga lo triste que me siento, puesto que ya sabes cuánto te amo. Adiós. Tu corazón es demasiado grande para no comprender la razón de mi carta, y tu naturaleza demasiado bondadosa para no perdonarme por ello. Mil recuerdos. 30 de agosto. A medianoche. A.D”

Meses después de la muerte de Marie Duplessis, Alejandro Dumas escribiría su inmortal obra "La dama de las camelias" inspirándose de forma muy directa en su relación con ella, a quien convirtió en la novela en Margarita Gautier y a el mismo en Armando Duval.

Antes de morir, la Duplessis aun tuvo tiempo para tener un tórrido romance con el famoso compositor y pianista Franz Liszt, con el que estuvo a punto de recorrer Europa. Las giras y el éxito pudieron más que ella que le confesaba ya al compositor el deterioro que sentía:

"Sé que no voy a vivir mucho. Soy una chica rara y no puedo aferrarme a esta vida, que es la única que sé llevar pero que no puedo soportar"

Liszt a su muerte le dedicó unas palabras:

"No soy partidario de las Marions de Lorme o las Manons Lescaut. (...) Pero Marie Duplessis era una excepción. Tenía un buen corazón. (...) Fue sin duda la más absoluta y perfecta encarnación de la Mujer que jamás haya existido. Y ahora está muerta y no sé qué extraño acorde de elegía vibra en mi corazón en recuerdo suyo."

Ya moribunda contrajo matrimonio con uno de sus antiguos protectores, el Conde de Perragaux, lo que la convirtió en Condesa, y le dio la oportunidad de componer su propio escudo de armas y estamparlo en su vajilla y papel para cartas, pequeñas vanidades que en el fondo supondrían mucho para alguien que había logrado sortear la miseria en tiempos tan difíciles. A su entierro solo la acompañaron dos personas, su marido el Conde de Perragaux y el anciano embajador de Rusia, Gustav Ernst von Stackelberg, un hombre de 70 años, que siempre la protegió según cuenta la leyenda por recordarle grandemente a una hija que había perdido. Actualmente sus restos descansan en una tumba de mármol blanco en el cementerio de Montmartre, en la que curiosamente nunca han faltado admiradores anónimos que dejen ramos de camelias para que la sigan acompañando.

Alejandro Dumás hijo terminó su libro "La dama de las Camelias" poniendo en boca de su narrador, que evidentemente es él mismo, las siguientes palabras:

Maria Callas como Violeta en "La Traviata"
"Volví a París, donde escribí esta historia tal como me la contaron. No tiene más que un mérito, que quizá le será discutido: el de ser verdadera. No saco de este relato la conclusión de que todas las chicas como Marguerite son capaces de hacer lo que ella hizo, ni mucho menos; pero tuve conocimiento de que una de ellas había experimentado en su vida un amor serio, por el que sufrió y por el que murió, y he contado al lector lo que sabía. Era un deber. No soy apóstol del vicio, pero me haré eco de la desgracia noble dondequiera que la oiga implorar. La historia de Marguerite es una excepción, lo repito; pero, si hubiera sido algo habitual, no habría merecido la pena escribirla."

Sin duda una vida brillante la de Marie Duplessis, plena del romanticismo de su época, y que como toda luz que brilla con especial intensidad se apaga antes que otras. Murió con tan solo 23 años. Como ella misma decía:

“No soy yo quien baila demasiado rápido; son los violines los que tocan muy lento.”

Después de hablar tanto del libro que menos que dejar el aría "Sempre libera" de  la Traviata por la atractiva Ana Netrebko y con unos sensacionales subtítulos en español para entender por completo su letra. La acompaña Rolando Villazon.


viernes, 8 de julio de 2016

¿Sífilis? Echále siempre la culpa al vecino




"En este mundo machista en el que llevamos viviendo desde hace milenios el principal objetivo de los condones no ha sido el de actuar como método anticonceptivo y regular los embarazos, sino el de evitar que los hombres se contagien de enfermedades venéreas, en particular, en los últimos cinco siglos, de esa sífilis de la que hemos hablado. (....) Lo que es curioso, tal como señala Daniel Turner, fundador de la dermatología británica, es que las grandes naciones europeas rechazan aceptar el honor de ser asociadas a dicho crucial invento. Así, los franceses llaman al preservativo la capote anglaise, la capota inglesa, mientras que los ingreses lo llaman the french letter, la carta francesa. Otros nombres históricos han sido "la maquina profiláctica", la "coraza", la camisinha y la "gabardina". Esa variedad terminológica es algo que comparte con quien fue su principal objetivo durante siglos, la sífilis. Así, los italianos la llamaban el male francese y también la "sarna española"; los franceses, el "mal napolitano"; los alemanes, las französische Pocken (viruelas francesas) o directamente Franzosen (francesas); los holandeses la llamaban spanse Pocken (o viruelas españolas), los magrebíes el mal espagnol y los portugueses, el mal castillán. En cambio, los habitantes de las Indias Orientales y los japoneses la conocían como el mal de Portugais, los habitantes de Tahití como la "enfermedad británica", y los turcos y pueblos del Mediterráneo como el "mal cristiano", aunque era, en cambio, el "demonio turco" para los persas y la "enfermedad polaca" para los moscovitas. Un ejemplo de esa notable habilidad que tenemos para echarle al vecino la culpa de nuestros problemas."

El párrafo, en el que tan didácticamente se muestra como de todo lo malo solemos culpar al vecino o al enemigo, pertenece a un interesante artículo de José Ramón Alonso publicado en el nº 10 de Jot Down Smart (julio - 2016) con el título "Condones Caimán - Una dulzura sin par", y en el que repasa parte de la historia de este complemento tan habitual en la erótica íntima desde hace mucho más tiempo del que pensamos.

La foto pertenece a un detalle de la maravillosa escultura "El rapto de Proserpina" obra de Bernini.